El «Rey», vencido y mutilado

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En una de nuestras andanzas por los montes y valles de nuestro entorno rural, nos hemos encontrado hace unos días con la triste estampa de este este hermoso ejemplar de roble, arrancado, mutilado y trasladado a esta finca, donde seguramente será troceado para alimentar el fuego de una caldera de calefacción o de una chimenea de salón.

Triste destino para un árbol como éste, entrado en años, quizás un patriarca en la carballeira de donde fue arrancado. El roble era el árbol por excelencia en el mundo antiguo occidental, sagrado en el norte de Europa y asociado a los dioses Júpiter y Thor.

Ya no quedan muchos en nuestros montes invadidos por pinos, eucaliptos, acacias y otras especies foráneas. Da pena contemplar este hermoso árbol humillado y tendido en el suelo, con esas ramas mutiladas, otrora nervudos brazos, ahora trágicos muñones.

Antonio Machado, el gran poeta de la generación del 98, le dedicó estos versos:

El roble es la guerra, el roble/dice el valor y el coraje,/rabia innoble en su torcido ramaje;/y es más rudo que la encina , más nervudo/más altivo y más señor./El alto roble parece/que recalca y ennudece/ su robusted como atleta/que, erguido, afinca en el suelo.

No pensaría lo mismo D. Antonio si éste hubiera sido el roble de su poema.

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