Retiro en Trasmañó

Hace poco más de un cuarto de siglo la comunidad de benedictinas que residió en A Guarda desde el siglo XVI se trasladó a lo alto del Monte Penide, un balcón sobre la ría de Vigo, encima del estrecho de Rande. Desde allí se contempla una extraordinaria panorámica con el puente en primer término y las islas Cíes al fondo.

Son monjas de clasura aunque no están tan isladas del mundo como sería de suponer pues, según una de las hermanas, «la mejor clausura es la del corazón y no la de las cadenas» (Faro de Vigo, 21.08.09).

Las monjas fabrican unas deliciosas galletas con lo que contribuyen al sostenimiento del cenobio y también admiten huéspedes que deseen compartir con ellas un retiro espiritual.

Los chicos y chicas de Los Lunes al Sol hemos iniciado desde allí nuestra  caminata  recorriendo las pistas forestales que cruzan los montes aledaños hasta alcanzar el Miradoiro do Castro, una atalaya sobre los valles que lo rodean de este a oeste con la ría de Vigo como telón de fondo.

Bajamos desde O Castro hacia el valle, entre fincas de labor hasta San Cristobo de Candeán, ya en zona urbanizada, lo que supone una larga travesía por el asfalto hasta dar con el restaurante Marcos en donde nos atienden con una agradable pitanza a base de fideos con almejas y carne guisada, todo regado por albariño, mencía y rioja de calidad invitación de nuestro amado Avelino que así celebra su cumpleaños por el que brindamos deseándole que cumpla muchos más con alegría y salud.

Liberados del asfalto después de dejar atrás el cementerio y tanatorio de Candeán, continuamos monte arriba hasta dar con el sendero que nos lleva por las riberas de O Rego Fondón, un paraje de sombra y frescor que, a estas hora de la incipiente tarde, nos guarda de los rigores del sol canicular que fuera de la fronda calienta las espaldas sin piedad.

O Rego Fondón es un modesto regato que por estas fechas ya próximas al estío va algo menguado pero con caudal suficiente para que podamos disfrutar del rumor de sus aguas cantarinas discurriendo río abajo alegremente hacia su entrega al  cercano mar.

Ya próximos al convento abandonamos tan delicioso lugar para regresar al punto de partida en el atrio de la iglesia de Trasmañó, contiguo al cenobio benedictino, oasis de paz y silencio tan cerca, sin embargo, de la ruidosa ciudad.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,900 Km. 5 h. 40 min. Media Soleado 

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Dos puentes, dos épocas

A Ponte Ulla es una localidad del coruñés municipio de Vedra, penúltima etapa del Camino Sanabrés, que exhibe como su mayor atractivo los puentes de Gundián.

Son dos espectaculares viaductos construidos para la línea ferroviaria Zamora-A Coruña en el enclave denominado O Paso da Cova, una profunda sima por cuyo cauce fluyen las aguas del Ulla.

El puente viejo, llamado Viaducto de Gundián, ahora en desuso, fue inaugurado en 1958 después de 12 años de trabajos interrumpidos varias veces. Construido en piedra sobre armadura de hierro se eleva a casi 80 m. sobre el cauce del río. Cientos de obreros trabajando a destajo en las duras condiciones de la época levantaron una de las obras de construcción civil más destacadas de aquellos años.

El puente nuevo, de nombre Viaducto del Ulla, data de 2008. Está situado a 130 m. del puente viejo y es una esbelta estructura de hormigón armado de elegante diseño.

Desde el Mirador del Gundián, una plataforma situada entre ambas construcciones, se contemplan las dos con el cauce del Ulla allá abajo, una impresionante estampa que coloca a quien la ve entre el asombro y el vértigo.

Ese era el objetivo de la caminata de este lunes que se inició en la capilla de Sucira, curioso topónimo que por estar más baja de su vecina Cira, recibió el nombre latino de Sub Cira, más bajo que Cira, a unos 200 m del área de descanso al borde el río Ulla por cuyo sendero de pescadores marchamos durante un par de horas a la sombra de su espesa arboleda hasta alcanzar la parroquia de Ledesma y su hermoso puente en el camino Real de Santiago a Lugo, obra del cantero Juan Herrera, del siglo XVI.

Al lado norte del puente se encuentran la Islas de Gres, cinco islas unidas entre sí mediante pequeños puentes y pasos o poldras en las que se celebran romerías y fiestas en verano  y hasta baños en su playa fluvial.

Después  unos  pocos kilómetros entre fincas de labor cruzamos el río Deza, tributario del Ulla, para regresar a la ribera del gran río y continuar por su orilla izquierda hasta alcanzar el citado Viaducto de Guntián por cuya vía muerta caminamos para admirar el impresionante conjunto de sus dos puentes y seguir hasta Casa Ríos en A Ponte Ulla.

Un reconfortante caldo de navizas seguido de un sabroso guiso de ternera, todo regado con un rioja crianza invitación de nuestro Ramón que cumple los 70, remata con acierto la primera parte de la caminata.

Abandonamos A Ponte y regresamos al río  continuando por su ruta de pescadores media docena de kilómetros para llegar al punto de inicio en la zona de descanso de Sucira.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
25,660 Km. 7 h. 15 min. Media Sol y nubes 

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Verde que te quiero verde…

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

No hay barco sobre la mar como dicen los versos de Federico García Lorca porque esto es el interior de la provincia de Pontevedra ni caballo en la montaña porque por estos lares, en las Tierras del Deza, lo que priman son los extensos pastizales que alimentan la gran cabaña ganadera de esta zona, vacuno que hace de esta comarca el mayor proveedor de leche de la la región.

Pero sí que hay verde, mucho verde. Verde en los enormes prados cuya hierba brilla al sol mientras la brisa la agita formando suaves ondas. Verde en los caminos, en las congostras, en las antiguas corredoiras entre muros de cachote a la sombra de carballos y castiñeiros.

Verde en las copas de los árboles añejos que pueblan las numerosas carballeiras por las que discurre nuestra ruta. Verde, en fin, en la hermosa Carballeira de Quiroga, o Fraga de Catasós, la parroquia lalinense en donde se halla uno de los más hermosos bosques de Galicia, declarado Monumento Natural.

De este bosque salían las grandes vigas que se necesitaban para los pazos y grandes casas de la comarca. Algunos alcanzan los 30 m. de altura y 5 de perímetro. Un paseo por la fraga, amparados por la sombra de las altísimas copas bajo el titilar de sus temblorosas hojas, es todo un placer para los sentidos.

Para llegar a la fraga hemos iniciado la ruta de este lunes en Pontenoufe, una solitaria aldea en las inmediaciones del Río Asneiro unos de los numerosos riachuelos y regatos que cruzan esta zona y que ahora, después de las recientes lluvias, fluyen pletóricos y alegres entre los bosques y fincas que conforman el hermoso paisaje  de esta zona del interior de la provincia pontevedresa lindante con la de Ourense por estos pagos.

Aunque la mayor parte del recorrido transcurre por terreno sin edificar y muy poco asfalto nos topamos con algunos pequeños núcleos de población como Zudreiro, A Xesta y Puxallos donde el olor a bosta orea el paisaje.

Cruzamos O Rego Valiño, O Rego de Xeisas, O de Porto Luzán, todos modestas corrientes de agua de estrecho cauce que fluyen casi escondidas entre las fragas  y campos de hierba hasta que llegamos a la Fraga de Catasós que, como no podía ser menos, va regada por O Rego de Quintela casi invisible en tiempos de sequía pero que alegra la vida del bosque en este día primaveral casi veraniego.

Después de disfrutar durante un rato de las delicias de la Fraga de Quiroga abandonamos sitio tan placentero para dirigirnos al Restaurante O Cazador en la afueras de Catasós. Allí reponemos fuerzas y damos descanso a nuestros ajetreados esqueletos que, después de los casi 20 Km. de esta mañana, bien lo merecen.

Poco más de cuatro kilómetros casi siempre a la sombra que bien se agradece en esta tarde casi canicular y regresamos al punto de inicio y también final de esta agradable jornada.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
23,04 Km. 6 h. 12 min. Baja Soleado 

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La Aunios de Plinio

Hace casi 2.000 años Plinio el Viejo ya hablaba de ella y le llamaba Aunios más tarde conocida como Ons.

Es una isla preciosa que protege la ría de Pontevedra de vientos y tempestades  hoy destino turístico en la época estival pero que durante mucho tiempo estuvo habitada por sus isleños que, como suele ocurrir, tenían poca relación con el continente.

Llegó a tener en los años cincuenta más de 500 habitantes que ocupaban las nueve aldeas que se extienden en  poco más de 4 kilómetros cuadrados. Los lugareños que allí construyeron sus viviendas y trabajaron sus fincas no son propietarios y hasta hace poco pagaban alquiler al dueño de la isla que ahora es propiedad de la Xunta de Galicia.

Los senderistas de Los lunes al Sol hemos aprovechado un barco que salía  con una excursión de escolares y nos hemos acercado a la isla recorriéndola de cabo a rabo. Como la arribada era a las once, antes de comenzar la caminata disfrutamos de un ágape especial preparado por nuestra incansable Elvira a base de empanadillas, tortilla y croquetas preparadas por ella con el bacalao que sobró del lunes pasado en Castro Laboreiro. Todo delicioso como no podía ser menos tratándose de una auténtica master-chef que domina como pocos el arte de la cocina.

Recargadas a tope nuestras baterías emprendemos la marcha por las suaves colinas que nos llevan hasta cerca de la Punta do Centolo a donde nos prohibe llegar una señal que indica que aquello es un criadero de aves. Por  este lugar cuenta la leyenda que entraba la Santa Compaña procedente de Noalla en la costa de enfrente y recorría la isla hasta desaparecer en el cementerio. Como es de día y luce el sol no hay temor a encontrarnos con tan lúgrube procesión.

Pasamos después por el Faro que, después de sus 150 años de historia, aún sigue orientando con sus destellos a los navegantes.

Unas vueltas más por los verdes campos que rodean el camping y, como ya se acerca la hora de la pitanza, regresamos al lugar de Curro. Allí se encuentra el restaurante Acuña que ha preparado para nosotros el pulpo tradicional de la isla y un arroz con marisco al que hay que llegar puntual para que no se pase. Todo muy rico, regado con un mencía de Valdeorras invitación de nuestra querida Silvia que cumple un año más sin que se le note. Brindamos porque cumpla muchos más  y regresamos al camino, que aún nos quedan unos cuantos kilómetros para rematar la jornada.

Todo lo que ahora son prados y monte bajo fueron en tiempos pasados campos de maíz y forraje para el ganado con  que los isleños completaban los magros ingresos que obtenían de la pesca del pulpo y otros trabajos del mar.

Visitamos el cementerio en el que nos sorprende la cantidad de sepulturas de niños y bebés lo cual se explica por la falta de médico que siempre hubo en la isla.

Siguiendo por la costa frente a la isla Onceta no tardamos en alcanzar O Buraco do Inferno, una profunda sima en cuyo interior en tiempo de tempestad pueden oírse los lamentos de los condenados.

Ya se va aproximando la hora de regresar al barco así que, dejando atrás tan siniestro lugar, caminamos entre intenso el amarillo del tojo que cubre esta parte de la isla para adentrarnos de nuevo en los verdes campos  por los que se extienden las diminutas aldeas y volver a Curro, en el puerto, donde nos espera la embarcación que nos llevará de vuelta a la ciudad de Vigo.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
17,80 Km. 4 h. 31 min. Baja Nublado

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