Tierras del Dubra

Hace más de mil años ya se hablaba en el Chronicon Iriense de la Tierra de Dubriam que es en donde se asienta hoy el municipio de Val do Dubra, un afluente del Tambre de no más de 15 Km. de recorrido que baña las tierras de este valle de exuberante belleza, de extensas praderas como las de la Devesa de Gontar y frondosas carballeiras que en estos días de otoño exhiben las altas copas de sus centenarios troncos luciendo los bellísimos colores, desde el verde hasta el dorado, brillando bajo un cielo encapotado por el que asoma de vez en cuando un tímido sol que filtra su luz a través del ramaje de temblorosas hojas que destellan en fugaces reflejos goteando las transparentes lágrimas que les ha dejado la lluvia reciente.

Por estos parajes, entre los verdes tapices que forman las extensas campiñas de la Devesa y los densos bosques de robles y castaños se desliza el Dubra. Abedules, fresnos y sauces creen a lo largo de sus riberas. Hermosos senderos, en cuyo piso brilla la hojarasca, acompañan su curso serpenteando bajo los arcos monumentales que forman las ramas de robles y castaños que se enlazan en las alturas.

Y en medio de todo este paisaje de rumoroso silencio irrumpe un rugiente pedazo de río que emerge de las oscuras rocas tras las que se esconde el callado lecho del Dubra. Es A Fervenza do Rexedoiro, un lengua de agua y espuma que se despeña desde la altura para romperse en blancos chorros que descienden de roca en roca para caer en el cauce del río que se aleja en agitadas aguas por lo profundo de la vaguada.

Dejando atrás tan hermoso escenario, continuamos la caminata apartándonos del río para seguir por caminos vecinales que nos llevan a la parroquia de San Román, a Gontar y a Ceibe, aldeas dispersas por el valle. Regresamos al río para seguir su curso, desviándonos aquí y allá, por las Carballeiras del Dubra, que encierran capillas y ermitas como la de San Juan Bautista y regresando al río cuya corriente fluye rápida y a cauce rebosante después de las intensas lluvias de estos días.

Ya estamos en el mediodía y las tripas reclaman algo de atención por lo que, alejándonos unos cientos de metros del Dubra, lo seguimos paralelo por una hermosa senda que semeja una avenida natural, pues el ancho camino cubierto por las hojas de intenso color castaño oscuro bajo la arcada vegetal, más parece un paseo de alameda que la solitaria pista rural de la que nos desviamos hacia la carretera para dirigirnos a  la Parrillada A Cabaña.

Contundentes platos propios de mesón de posta tales como callos y pata con garbanzos, paleta asada con papas fritas o carne a o caldeiro sacian nuestra hambres y nos disponen para rematar la caminata con los dos kilómetros que nos separan del punto de inicio en las afueras de la parroquia de Bembibre, capital del municipio.

Ha sido una jornada apacible, de agradable caminar, con dispersos chaparrones de buen llevar, en la que hemos disfrutado con profundo placer de la belleza y el encanto de las hermosas tierras del Valle do Dubra.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,440 Km. 6 h. 27 min. Media Chubascos 

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Río Pequeno

Iniciamos esta ruta en el curro de San Cibrán a donde se llega por la carretera que sale de Oliveira procedente de Sabarís en dirección sur. Se pasa por el pueblo y la iglesia y a pocos metros ya se ve el curro, un amplio foso con muros de cemento en donde se recogen los caballos para sus cuidados de rapa y limpieza en los meses de julio y agosto.

Siguiendo la ruta con el gps llegamos al nacimiento de río Cereixo y entre pinares y fincas nos encontraremos con la aldea de A Portavedra, unas pocas casa en medios de los pinares y brañas de Pinzás.

Seguimos adelante dejando atrás la aldea y de nuevo entre pinares y estrechos caminos que cruzan fincas abandonadas o humildes regatos nos topamos con una pequeña pero hermosa cascada que se desploma por una gran roca en un paraje umbrío y frondoso de gran belleza.

Poco más de 3 kilómetros nos separan del curro de San Cibrán, incio y fin de esta caminata.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
13,88Km. 3 h. 20 min. Media Soleado 

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Todo verde, todo agua

Es una ruta cómoda y fácil, prácticamente llana, sin desniveles importantes, sin asfalto, excepto el corto tramo que conduce al restaurante en Pontevea y unos pocos metros que se salen del río para llegar al punto de inicio en la aldea de Mallos, unas pocas casas no lejos de la orilla derecha del Ulla, uno de los grandes ríos gallegos que recibe en su cauce las aguas de otros tan significativos en la geografía gallega como el Deza y el Sar.

Discurre el camino en su mayor parte por estrechos senderos de pescadores. A veces se aparta un poco del río para continuar por espesas brañas de verde y mullida hierba hollada por los pasos de otros andarines que nos han precedido. Vueltos a la orilla del río,  caminamos un buen trecho bajo la oscura luz que filtra la espesa arboleda de la ribera hasta dar con el río Pereiro, más bien riachuelo, que henos de vadear con tiento pisando con cuidados las resbalosas piedras que nos separan de la senda principal.

Abundan a lo largo del Ulla grandes praderas y maizales recién recolectados con restos de mazorcas  desperdigadas entre los surcos sobre los que hace poco brotaban las verdes plantas del cereal.

Llega el momento de hacer un alto para reponer energías y lo hacemos en la Zona recreativa de Cubelas, una hermosa carballeira con las dotaciones propias de estos sitios de esparcimiento.

No queda lejos la pasarela de Ximonde que vadea el Ulla ondeando grácilmente sobre su cauce. Y en la orilla opuesta, después de atravesar los campos de Ribeira, también de hierba y maíz, regresamos al río por la hermosa senda que, bajo los arcos que forman alisos, adebules, robles y castaños, nos lleva durante un buen rato, unas veces más cerca otras más lejos del río, hasta la Carballeira do Bao, un impresionante robledal bajo cuyas copas doradas por el otoño disfrutamos de la belleza de tan encantador paraje acompañada por la sinfonía que componen los trinos de las aves y el suave ulular de un inquietante viento que avisa de que la lluvia nos acecha.

Pasada Vila Criste, otra aldea en el camino, llegamos a  Fonte de Barco, una vieja fuente por la que pasó el P. Martín Sarmiento, el conocido polígrafo, y en la se refrescaba Pepa  A Loba, una legendaria bandolera  que al frente de su banda de ladrones se hizo famosa a mediados del XIX por sus fechorías por toda Galicia.

Ya queda  poco para avistar el hermoso puente románico-gótico de Pontevea en cuyo casco urbano se halla el restaurante A Colmena. Lentejas y jamón asado constituyen el sencillo pero apetecible menú que allí nos ofrecen.  Eso sí, el vino de la casa hay que bautizarlo con gaseosa. Ya desde dentro se deja oír  el fuerte repiqueteo de la lluvia sobre paredes y tejados .

Al salir, el cielo de un pálido gris que nos acompañó durante toda la mañana ha devenido en un desafiante aguacero que nos obliga a desplegar paraguas y chubasqueros durante los tres escasos kilómetros que nos separan del punto de inicio y también final de esta hermosa caminata por  las dos orillas del Ulla cuyas aguas bajaban plácidas y oscuras por el reflejo de la espesa arboleda que bordea sus riberas, algo agitadas en estas primeras horas de la tarde por el intenso chaparrón.

Es una ruta todo verde, todo agua. El verde del bosque de ribera, de los altos caducifolios luciendo su hermoso ropaje de otoño, el intenso y brillante verde de la hierba húmeda meciéndose en la suave brisa de la mañana, el verde alfombrado del musgo cubriendo troncos y rocas, el agua serena en su ancho cauce, fluyendo como una lámina de plata y acero, amparada por la espesa vegetación, limpia y clara bajo el puente antiguo. El Ulla, uno de los grandes señores de los ríos gallegos.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,620 Km. 6 h. 32 min. Baja Nubes y lluvia 

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Por las tierras del Frei

La primera vez que hicimos esta ruta fue el abril de 2006. Éramos solo dos y estaba recién hecha con el nombre de PG R69 o Ruta de Frei Sarmiento, por lo cual casi la estrenamos. Con diversas variantes la repetimos varias veces, la última en el 2018 y en este lunes la hemos hecho con el itinerario de la realizada hace cuatro años, en 2016.

Iniciamos la marcha en el lugar de Barro, a un par de km. de San Juan de Cerdedo que, según las últimas investigaciones, es la verdadera patria chica del Frei Sarmiento cuyo nacimiento se emplazaba hasta ahora en Villafranca del Bierzo.

Aún se conserva, en estado ruinoso, la casa que habitó en su infancia, pues su padre también  era natural de Cerdedo. La vivienda está situada en la aldea de Melide, no muy lejos de la capilla de la Virgen de Loreto.

El P. Martín Sarmiento conocido también como Frei Sarmiento fue un sabio monje benedictino erudito en  botánica y ciencias naturales y ferviente defensor de la lengua gallega. Parece ser que hasta los quince años vivió en la casa de Melide con sus padres, después vivió Madrid  y en otros sitios y que, ya fraile, visitó Galicia en repetidas ocasiones.

La ruta que hemos hecho en este lunes recorre algunos de los lugares  que Frei Martín frecuentó durante su infancia y adolescencia. Son hermosos parajes en los que abundan los bosques de robles y castaños, salpicados de recónditas aldeas como Carballás, Cabenca y Codesás.

En esta última se inicia la bajada al río do Seixo, que fluye entre rápidos de blanca espuma hacia el río Lérez del que es tributario, jalonados por numerosos muiños casi ocultos por el musgo y las trepadoras, despojados de sus muelas y turbinas.

Nos detenemos durante unos minutos para disfrutar de la hermosa estampa del agua precipitándose por la Fervenza de  Sangüento y seguimos caminando entre viejos carballos y frondosos castaños, ahora en su estación, sembrado el suelo de erizos abiertos mostrando su sabroso fruto.

Abandonando el río, no tardamos en alcanzar la aldea de Lourido que parece dormida en sus viejas casas de piedra encerradas en el silencio y la paz de estos solitarios parajes. Bajamos ahora por caminos empedrados para entrar de nuevo en espesos bosques decorados con los ocres y dorados de este otoño recién estrenado y bajar hasta la capilla de San Antón y el precioso puente románico sobre río Castro ya casi en el casco urbano de Cercedo.

Allí, en O Meu Lar, restaurante bien conocido por los senderistas de Los Lunes al Sol, reponemos fuerzas a base de unos callos sabrosos y potentes seguidos de un rodaballo de ración de imponente presencia y agradable pasar, todo regado por el vino de la casa que un piadosa gaseosa hace trasegable.

No estuvo mal la pitanza que ha reconfortado nuestros esqueletos y aportado suficiente energía para rematar la jornada con los dos kilómetros y pico que nos separan del punto de inicio y también final de tan hermosa andadura .

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,720 Km. 6 h. 53 min. Media Nublado 

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Compitiendo en hermosura

Acometemos el río Lérez por su parte urbana, por donde su amplio cauce entra en la capital pontevedresa. Dejamos atrás el parque y la playa fluvial para continuar por el sendero de pescadores que bordea su orilla derecha. Sus mansas aguas fluyen lentas y solemnes interrumpidas por los espesos muros que, aquí y allá, contienen sus aguas para liberarlas en anchas barreras de blanca espuma.

En Puente Bora vadeamos el río y nos vamos a la carretera que después de unos cientos de metros atravesamos para entrar en los bosques que albergan el río Almofrei, afluente del río grande al que entregará su caudal bajo el puente que acabamos de abandonar.

Con sus 26 Km. de recorrido es el tributario más importante del Lérez. Viene del Monte Seixo, en Caroi, municipio de Cotobade. Lo conocemos bien, pues lo hemos recorrido a su paso por los alrededores de Carballedo, en una preciosa ruta, la  de O Foxo do Lobo. En esta mañana de cielo gris disfrutamos de la rutilante belleza que la fina lluvia resalta en las copas de la frondosa arboleda que franquea sus riberas haciendo brillar con alegres destellos sus temblorosas hojas.

Es una belleza diferente a la del Lérez que con su lento y ancho caudal evoca paz y silencio en contraste con las rápidas y agitadas aguas de su tributario.

Entre esa sinfonía de colores, desde el intenso verde del musgo que cubre muros, árboles y rocas hasta el ocre de la hojarasca que cubre los estrechos caminitos que bordean el río, seguimos nuestro camino hasta que éste se acaba pasa ser continuado por las poldras o pasos de piedra que habrá que vadear para cruzar al otro lado. El problema es que algunos de esos pasos han desaparecido y, aunque el río va bajo de caudal, aún lleva agua y es fácil resbalar sobre las piedras mojadas, así que toca descalzarse y tratar de pasar al otro lado sin darse un remojón aunque algunos más atrevidos lo hacen con las botas puestas.

Una vez calzados y con los pies secos y frescos sigue la tropa andarina río arriba disfrutando de las preciosas estampas que nos regalan tan encantadores parajes como un solitario muiño, una pequeña cascada que ilumina de resplandeciente blanco las oscuras aguas o, ya abandonado el río, la pastoril imagen de pacíficas ovejas pastando en las veigas de O Salgueiral.

Pasada la citada aldea, regresamos al río hasta dar de nuevo con las poldras que, unos descalzos otros calzados, hemos de atravesar por segunda vez  para volver sobre nuestros pasos hasta la carretera que cruzamos para seguir por el paseo acondicionado en la ribera izquierda del Lérez que nos llevará hasta el bario de Monteporreiro que es donde se ubica el Asador Xiraldo.

Lentejas de primero y colas de rape de segundo son algunas de las opciones de su menú del día ennoblecidas con un sabroso Ribera del Duero con el que brindamos por nuestro veterano y entrañable Dietmar, decano de estos andarines, con más de treinta años pateando los montes y valles de este hermoso país y que ha tenido la atención de invitarnos a ese vino de tan renombrada cepa.

A unos cientos de metros, de nuevo por el paseo del Lérez, se halla el punto de partida y remate donde nos despedimos hasta la próxima caminata.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,050 Km. 6 h. 18 min. Baja Lluvia débil 

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