Las trampas del Lérez

Aprovechando este inesperado y primaveral día de otoño, nos hemos adentrado de nuevo en las frondosas riberas del río Lérez, cuya hermosura es una constante invitación a recorrerlas una y otra vez. En esta ocasión hemos comenzado nuestra andadura cerca de la minicentral situada en las cercanías de Cerdedo para seguir hasta el puentes de Pego y desde allí, pasando por los de Parada, Gomail, Forcarei y Maril, alcanzar el de O Crego, desde donde emprendimos el regreso.

El río Lerez es un río tranquilo que desliza mansamente desde que nace en la sierra del Candán, cerca del Monasterio de Aciveiro, hasta su desembocadura en la ría de Pontevedra. Es verdad que en sus primeros tramos el río, joven, baja un tanto atonlondrado y trotón por los primeros desniveles de la sierra, pero tan pronto llega al puente Carballa, su curso se vuelve más lento y calmoso,interrumpido aquí y allá por las suaves cascadas que han formado los pequeños saltos construidos por los lugareños para embalsar el agua del río y encauzarla para mover molinos y batanes.

Así que, entre silencios y susurros, baja el río sin avisar de los peligros que acechan a lo largo del recorrido por los estrechos y escarpados senderos que serpentean a su vera, sobre todo en estos días en los que las recientes lluvias han convertido los pasos de piedra en trampas resbaladizas. En una de ellas dio Eduardo con sus huesos en el suelo, mejor dicho en el cauce de un rápido regato que, bajando al río, se quedó con su móvil sin que ni él ni José fuesen capaces de recuperarlo a pesar de sus esfuerzos.

No terminaron ahí sus desgracias, pues algo más adelante cayó José en una especie de hoyo bien disimulado por enormes helechos secos los cuales requisaron a su vez el teléfono que éste llevaba amarrado a su cintura sin darle opción alguna a rescatarlo.

Con los móviles ya perdidos, otro percance estuvo a punto de costarnos un disgusto y no pequeño de no haberlo solucionado a nuestro favor. Pues sucedió que con estas últimas lluvias un afluente del Lérez, que bajaba como un torrente a entregar sus aguas al río grande, nos impedía el paso por lo lleno que iba, así que no nos quedó más remedio que descalzarnos para vadearlo lo cual no revestía mayor dificultad como no fuera su extremadamente baja temperatura.

José ató ambas botas y se las colgó del cuello pero Eduardo consideró que era más práctico lanzarlas a la otra orilla y así lo hizo, primero una y después la otra, con la mala fortuna de que ésta fue a dar contra un árbol y de allí al cauce de alocado torrente. Menos mal que, después de ímprobos esfuerzos y una considerable mojadura, fuimos capaces de recobrar la díscola bota y, aunque con ella pingando, pudimos reanudar la marcha.

No todo iban a ser desgracias y tanta desventura fue compensada por el hallazgo de un montón de castañas de buen tamaño y excelente calidad que se encontraban en uno de los lugares más escarpados y agrestes del recorrido, lo cual explica su presencia allí sin que otros se nos hubieran adelantado.

En resumen, ojito con el Lérez, que este recorrido es muy bonito pero, sobre todo en tiempo de lluvias, es duro y peligroso sobre todo por los resbalones que pueden dar lugar a caídas que pueden dar más de un disgusto.

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En la trayectoria del río Lérez, que con el Avia, Verdugo, Umia y Grobas, riega la Tierra de Montes, existen más de 500 molinos aunque la mayoría están en condiciones ruinosas. Un ejemplo es éste entre otros que se encuentran a lo largo de esta ruta.

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Hubo que descalzarse para vadear este afluente el Lérez.

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Dos aspectos el Lérez: a primera hora de la mañana y al atardecer.

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En este río hay abundantes puentes, algunos muy antiguos pero también se ven con frecuencia estos pasos o poldras que permiten cruzar el río a pie cuando las aguas no van muy altas.

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Extensas praderas y umbrías carballeiras como ésta adornan las riberas del Lérez. Fuera ya del río, en los montes cercanos, asoman entre los pinos y eucaliptos algunos castaños con los hermosos colores del otoño .

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 32 Km. 9 h. Alta

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Pleno en la Sabatina

Hacía varios meses que la Caminata Sabatina no se veía tan nutrida de asistentes como en este sábado. Aparte de las dos nuevas incorporaciones de Lorena y Cristina con  su espléndido labrador , Choupas, también acudieron veteranos largo tiempo ausentes como María y Carlos. En total sumamos trece andarines  en esta mañana  tan soleada y luminosa que más parecía continuación del ya pasado verano que de este otoño recientemente estrenado.

Una vez más hemos recorrido los preciosos parajes que rodean los Outeiros, de los que hay sobrada noticia en las páginas de Sendereando (Véanse Rapaces en Chandebrito, Entre Fragoselo y Chandebrito, Petroglifos Olvidados, Los colores el otoño), por lo que nos limitamos a dejar constancia gráfica con esta fotografía de algunos de los componentes de la marcha tomada mientras esperan por el resto,  pendientes de las instrucciones del jefe Adrián.

La ruta tuvo su comienzo y remate en el parque forestal de Saiáns con parada en Chandebrito y regreso por la fraga de Rodas.

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Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 12 Km. 3 h 30 min Baja

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Novedades en el PRG 62

A pesar de estar descatalogada como ya comentábamos en nuestra entrada de hace cerca de dos años, esta Ruta dos petroglifos nos ha deparado en nuestra marcha de doy un par de novedades.

La primera es la práctica restauración en su totalidad de la pequeña aldea de San Cosme que se encuentra a unos pocos cientos de metros al este del Chan da lagoa. Cada vez que pasábamos por allí veíamos que alguna de sus antiguas y ruinosas casas estaba siendo restaurada y hoy podemos decir que, prácticamente,  lo están están todas.

La otra novedad es que la estación rupestre de Outeiro dos Lameiros ha sido acondicionada por la Comunidad de Montes de Sabarís. Pequeños senderos conducen a cada uno de los lugares en los que se encuentran las prehistóricas inscripciones con rótulos y dibujos que tratan de explicar su significado y distribución. Es gratificante ver que, por una vez, se llevan  a cabo tareas de mantenimiento en alguno de estos sitios la mayor parte de las veces inaugurados con entusiasmo en su día y olvidados después.

A pesar de que algunas marcas está desaparecidas o son difíciles de localizar, aún se puede hacer este  hermosos recorrido si se trata de localizar las que aún existen pues, si es verdad que la estación rupestre ha sido reacondicionada, no ocurre lo mismo con la ruta que sigue igual de abandonada que hace dos años.

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Esta imagen de San Cosme no estaba la última vez que pasamos por aquí, ni tampoco los mástiles que dan cierto carácter de oficialidad a esta recóndita aldea de casas abandonadas que poco a poco ha ido restaurando uno de sus propietarios. A la derecha, un tramo de la larga calzada que baja desde los aledaños de O Cortelliño hasta la pista que nos lleva a la estación rupestre.

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La estación rupestre de Outeiro dos Lameiros, ha sido remozada hace unos pocos meses y tiene la particularidad contar con un mural de unos 75 m2 en el que se muestran más de 70 figuras casi todas de caballos, además de círculos concéntricos, cuevas y otras representaciones algunas de significado indescifrable.

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Este curioso rótulo nos indica el camino al paraíso, el cual no hemos podido encontrar en lo que nos quedó de recorrido. A lo mejor tiene algo que ver con este cruceiro llamado de La Santísima Trinidad, único con baldaquino de los de Galicia.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 17 Km. 4 h. Media     Nubes y claros

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Flotando en la niebla, persiguiendo perdices o arreando ganado.

Lo de este sábado no tuvo pérdida. Fuimos pocos, es cierto, pero el recorrido fue pródigo en emociones y belleza.

Arrancamos del Monte Faro, en Valença do Minho, entre un paisaje que, a esas horas de la mañana, daba de impresión de que caminábamos aún por parajes más propios de un sueño que de la vida real, entre colinas emergiendo de la niebla, como flotando sobre ella, hasta que llegamos al Castelo da Furna, una impresionante aglomeración de enormes rocas desde donde pudimos contemplar la fantasmal estampa de las tierras entre Valença y Paredes de Coura ocultas por un espeso y blanco manto que poco a poco fue descubriendo ante nosotros, a medida que regresábamos,  entre  montes y valles, las pequeñas aldeas y pueblos que se extienden a lo largo de las riberas del Miño.

Nos acompañaba nuestra querida Piona, la perrita de Eduardo que, a pesar de no ser ya una jovencita, patea nuestros caminos incansable, sin renunciar, si se tercia,  a correr tras un par de perdices.

En estos parajes no es raro toparse con un rebaño de cabras, una manada de garranos, que es como llaman  aquí a las caballos autóctonos, o un grupo de fornidas vacas como las que obstruían hoy nuestro  paso, capitaneadas por una enorme de enormes cuernos que,  mirándonos  fijamente, parecía indicarnos que mejor nos fuésemos de allí. La cosa la solucionó Eduardo enfrentándose a la buena de la vaca con una vara de más de tres metros ante la cual reculó ella y sus compañeras que, mansamente, se retiraron monte arriba.

Nuestra intención era visitar la ermita de Santo Ouvidio y el monasterio de San Finns, ubicados ambos  en las estribaciones del Monte Faro, pero se hacía tarde y decidimos dejarlo para un próximo sábado.

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Cerros y colinas asoman sus cimas sobre la niebla, cendal flotante de leve bruma, que diría Gustavo Adolfo Bécker.

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Llegados al Castelo da Furna, foto bajo esa especie de seta esculpida por lluvias y vientos a lo largo de cientos de siglos.

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Una perdiz se pasea tranquilamente delante de nosotros. Al poco tiempo aparace otra y Piona se lanza como una bala tras ellas.

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La mirada de esta vaca no parece demasiado amistosa pero Eduardo la convence para que se de media vuelta y nos deje el paso expedito.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 16 Km. 4 h. Media

Soleado

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