Andaina de Melón

Parece que este largo y cálido verano se resiste a abandonar el tiempo seco y soleado, también caluroso, de estos meses. Una vez más las frondosas carballeiras y los bosques de ribera nos han protegido con su impagable sombra de los rigores caniculares de la temporada más propios del agobiante estío de la meseta que del incipiente otoño de aquí, en el noroeste.

Hemos iniciado nuestra caminata en O Retiro, un poco después de A Cañiza, mirando hacia Ourense, con un comienzo un tanto decepcionante, pues los primeros kilómetros discurren sobre asfalto puro y duro aunque poco antes de llegar a Tourón ya entramos en las típicas corredoiras entre carballeiras, algo de monte raso y después de Tourón, ya en sus famosas «fervenzas», ahora casi secas debido a la larga temporada sin lluvias, nos damos un saludable baño en una de las pozas que abundan en el curso del río Cerves al que ya habíamos visto algo más pletórico en marzo del año pasado.

En estos días, la escasa corriente parece que  apenas lame el cauce del río, dejando en los grandes huecos que la erosión ha cavado en las enormes lajas ahora casi secas, redondas piscinas, pozas, en las que se puede disfrutar de un baño relajante y fresco.

Poco después, desviándonos unos metros del Cerves nos topamos con el restaurante «As Pozas» en donde hacemos un alto para restaurar energías, descansar y disfrutar de una amena conversación entre buenos amigos, antes de reemprender la marcha hacia el cercano monasterio de Melón, un imponente y hermoso cenobio, algo restaurado después de muchos años de abandono. Aun así vale la pena visitar lo que queda de él, sus ruinas y el precioso templo que sí está bien conservado pues, como se sabe, tras las desamortizaciones del estado español, Mendizábal, Godoy, etc. eran subastados o vendidos los bienes de estos monasterios pero la iglesia quedaba como templo parroquial.

Abandonamos Melón, hoy una villa casi dormida desde que la autovía fue puesta en servicio y, ya camino del origen, toca subir y subir dejando el valle de Melón en la profundidad de la vaguada, por monte raso, apenas sin sombra pero con una refrescante brisa que nos libera de los agobios de este lunes de finales de setiembre que más parece de mediados de agosto.

Ya estamos cerca de la A 52 cuando el sol comienza a retirarse tras las montañas, la atravesamos y en pocos minutos alcanzamos el punto final, origen también de la caminata de hoy.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
23,420 Km. 7 h. 35 min. Media Soleado 

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Más milagros en Amil

El año pasado, por estas fechas, el grupo de los lunes nos caímos por la celebérrima romería (en Pontevedra) de Los Milagros de Amil  de la cual dimos cumplida referencia aquí, en Sendereando.

Tan buen recuerdo nos dejó, que decidimos escoger tal evento para inaugurar, pasado el grueso del verano, el comienzo de la nueva temporada. Fueron casi una veintena los que se apuntaron y aunque echamos de menos algunos de los miembros tradicionales de nuestro grupo que por ineludibles circunstancias no pudieron asistir, tuvimos la satisfacción de volver a encontrarnos con algunos históricos de nuestras andanzas que hacía mucho tiempo que no nos acompañaban. Lo consideramos como un «milagrito» de los de Amil.

Milagro fue también el espléndido tiempo que nos deparó esta jornada y milagro fue que después de la enorme cuchipanda en la que, en olor de multitud participamos en Casa Giao, no haya habido alguna de  las indisposiciones que se derivan de estas «farturas» .

Miles de romeros abarrotaban el solar donde se levanta el santuario cuyos altavoces aireaban sin cesar sermones, música sacra y de la otra, misas y más misas desde tempranas horas hasta al anochecer.

Puestos  y tenderetes de pulpo, rosquillas, quesos, embutidos y otros productos del país estaban a tope. Miles de bocas tragando de todo lo que por allí se ofrecía. Otro milagro de los de Amil: en plena crisis semejante demostración de opulencia, al menos gastronómica.

Después de la solemne procesión caminamos un par de kilómetros  hasta Casa Giao, corazón gastronómico del lugar, donde, como remate del festín, su propietario Javier Giao entusiasmó a la entregada concurrencia con sus interpretaciones de famosas melodías del momento así como la celebración de  una impresionante y truculenta queimada que regocijó a los presentes rematándola, ya al borde del delirio patriótico, con el canto próximo al estruendo del Himno Galego.

Ya nos estábamos acercando a las seis y media de la tarde y el sol, radiante aún, no tardaría en ponerse tras los cerros que rodean Amil cuando emprendemos el camino de regreso a la sombra de los pinos que abundan en estos montes para llegar contentos y felices a la iglesia de Santa Mariña de Fragas, inicio y fin de nuestra jornada de hoy.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,01 Km. 5 h. 10 min. Fácil Soleado

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Cereixo arriba

El río Cereixo es, en estos días de pleno estiaje, un pálido reflejo de aquel por cuyas riberas caminamos en abril del año pasado. Sus escasas aguas dejan su cauce casi seco. Las grandes rocas que, cuando va lleno, propician los rápidos saltos de su corriente precipitándose en preciosas cascadas son desnudas losas por cuyas hendiduras se cuela el pobre caudal sobrante de las pasadas lluvias.

Hemos comenzado nuestra andadura en la iglesia de Santa María de Pinzás, en el lugar de Alpuxarra, desviándonos del río Cereixo hacia los pinares bajo cuya agradable sombra caminamos hasta reencontrarnos con el río a su paso por la capilla de Nª Sº de Grixó en donde el 18 de agosto se celebra una encantadora romería en honor de su titular cuya imagen es llevada en procesión desde  las parroquias de Cristelo o de Santa María de Tebra, alternándose cada año. En el que corre bajaba de Cristelo para ser honrada en la romería y «dormir» en Tebra hasta la misma fecha del 2014.

Dejando la ermita a nuestras espaldas atravesamos el río y continuamos por su margen derecha, caminando por la acequia que construida hace muchos años por la veterana Sociedad Eléctrica de Tui que es la que explota sus aguas para producir electricidad cuando hay caudal, lo cual no es el caso en estas fechas.

La mencionada acequia nos lleva casi hasta el lugar de O Outeiro, coronado por la Torre de Tebra, cuyos orígenes se remontan al S. XII dominando desde lo alto lel valle del Tebra, afluente del Miño.

Atravesamos la parroquia de Santa María para allegarnos a la de San Salvador de Tebra en cuyo restaurante Hnos. Cuña, nos espera una contundente pitanza a base de huevos fritos, carne asada y macarrones con pollo, la cual nos dio fuerzas para superar la amplia decena de kilómetros que nos separaban, río arriba, del punto de partida a través de la senda fluvial que, iniciándose en el citado lugar de O Outeiro en Santa María de Tebra, sigue siempre en sentido ascendente por la ribera derecha, por estrechos senderos siempre pegados al río, a veces casi intransitables por la maleza acumulada, otras veces por su propio lecho, saltando de roca en roca, cosa imposible en tiempo de lluvias con el caudal crecido

En resumen, un regreso bastante accidentado y a ratos algo penoso, siempre con el río a nuestra izquierda, eso sí, protegidos del fuerte sol por la refrescante sombra propia de los bosques de ribera que nos acompaña durante todo el trayecto.

Ya el atardecer se va tornando rojizo ante el inminente ocaso del sol que no tardará en esconderse tras el cerro sobre el que se levanta la iglesia de Santa María de Pinzás inicio de nuestra caminata.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
23,610 Km. 7 h. 35 min. Alta Soleado 

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Per loca maritima

Este es el nombre con el que en la Galicia de Imperio Romano se conocía la Vía XX que unía Braga con Astorga y que  en su mayor parte discurría por lugares cerca de la costa pero no por la costa misma. Por eso, para nuestra ruta de este lunes nos hemos apropiado de ese título porque, salvando las distancias, nuestro recorrido sí que ha ido por la orilla del mar casi en su totalidad, desde Portocelo en el municipio de Oia, hasta Salcidos, pasando por A Guarda en donde hicimos una parada en el Restaurante Balueiro, frente al Museo del Mar.

En una mañana soleada y luminosa como ésta de primeros del setiembre, es un privilegio poder disfrutar del increíble paisaje de infinita hermosura que durante unos cuantos kilómetros nos deparaba la costa mientras caminábamos sobre las enormes rocas contra las que se deshacían en blanca espuma las impresionantes olas.

El Mare Tenebrosum de la antiguedad era ahora una inmensa llanura de ondulante perfil y amplio horizonte bajo un cielo limpio y azul que no tenía nada de tenebroso.

Siguiendo por la tarde nuestra marcha por la línea de la costa por las playas de O Muiño y O Codesal, repletas de bañistas, pudimos contemplar cómo un devastador incendio arrasaba los montes  de Caminha, en la orilla portuguesa, con el fascinante espectáculo de una escuadra aérea descendiendo en vuelo rasante sobre el mar para tomar agua y perdiéndose entre la densa humareda, una y otra vez, infatigablemente, en un esfuerzo casi desesperado por dominar aquellas llamas que se resistían a desaparecer. Pasaban ya de las ocho de la tarde y daba la impresión de que tantas toneladas de agua vertidas sobre el fuego apenas si habían logrado extinguir algo relevante.

Un tanto agobiados por una estampa tan triste para los que amamos el monte y la naturaleza, llegamos a O Pasaxe y, abandonando la costa, nos desviamos hacia Salcidos hasta la casa de la Comunidad de Montes en cuyos aledaños se encontraba el punto de partida.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
24,760 Km. 7 h. 46 min. Media Soleado 

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