La primera vez que estuve en Carboeiro, hace más de treinta años, aquello era un montón de piedras alrededor de cuatro paredes huérfanas de techo cuyo destino parecía ser formar parte del conjunto de ruinas que allí había. Afortunadamente en los años 70 del pasado siglo, se produjo el milagro, se acometió la restauración definitiva que culminó en el impresionante y hermoso monumento que los andariegos de Los lunes al sol pudimos contemplar en el día de ayer. El monasterio de San Lorenzo de Carboeiro se encuentra en un lugar de los calificados como paraje-paraíso, a la orilla del río Deza, en el municipio de Silleda no lejos de la Fervenza do Toxa, una preciosa catarata del río que le da nombre y que es tributario del Deza.
Después de contemplar y disfrutar del encanto de este lugar hemos aprovechado que se acercaba la hora del almuerzo para acercarnos a la fervenza y detenernos allí para comer y admirar la bellísima estampa del agua derramándose desde una altura de más de 30 m., cayendo a nuestros pies para perder su bravura y entregarse mansamente al río Toxa.
Monasterio y fervenza están unidos por un sendero de unos 5 Km., pero nosotros hemos ido de uno a otro a lo largo de una ruta de más de 20 Km. que recorre las feraces tierras de esta comarca agrícola y ganadera, en la que abundan extensos pastos, salpicada de pequeñas aldeas y parroquias algunas como al de San Pedro de Ansemil con su iglesia románica adosada a la capilla gótica de los Deza y su original imagen de la Virgen de la Leche.
Entre pinares y carballeiras discurre esta preciosa e interesante ruta que, diseñada por el Club Deportivo Fontiñas, de Santiago, nos sirvió de base para nuestra andaina. De las elevaciones de los montes de Carboeiro bajamos hacia el río para encontrarnos de nuevo con el monasterio y seguir hasta el inicio de nuestra andadura en la localidad de Merza, en Vila de Cruces, municipio vecino del de Silleda.
El monasterio en la actualidad.
Interior del templo. El grupo en la fachada sur.
Le fervenza. (Ver vídeo abajo).
Paseo entre carballos. Iglesia de San Pedro de Ansemil.
Las extensas praderas de la comarca del Deza.
Distancia
Duración*
Dificultad
Tiempo
Datos de la ruta
26,51 Km.
8 h. 36 min.
Media
Soleado
*Tiempo en movimiento: 7 h. 52 min.
Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.
Amaneció un sábado infame, como hacía tiempo que no teníamos. La primera intención al mirar por la ventana fue la de volverse a la cama. Después de meses echando de menos la lluvia por fin había llegado.
En el lugar de costumbre solo aparecimos José, Eduardo y yo. Aunque la ruta prevista era otra, Eduardo propuso ir a conocer un camino nuevo que había descubierto durante la semana santa en Pinzás, poco después de Donas.
Es esta una zona de monte, con abundante pino de Monterrey, alto, y que resulta muy atractiva por la cantidad de espacios relativamente silvestres que conserva. Otras veces hemos caminado por allí.
Dejamos el coche junto al parque infantil, apenas llegando al pueblo, y en seguida nos pusimos en marcha guiados por Eduardo, que nos contó que unos días antes él y su hijo habían recorrido un tramo del río Cereixo que les había dejado impresionados.
En los primeros metros de nuestro camino, todavía saliendo del pueblo, pudimos oír el inconfundible canto del cuco, el primero que oíamos este año. Sonaba fuerte y próximo, pero por desgracia no íbamos en su dirección. Como compensación, a pocos metros apareció una abubilla, primera también del 2012, en un cable del teléfono, preciosa con su largo pico curvo y su gracioso bonete, un abanico de plumas con el que adorna su cabeza.
Seguimos caminando a buen ritmo y, no mucho después, pudimos ver a nuestra derecha el curso del río Cereixo, o “da Briña”, como también figura en el mapa. Todavía un río relativamente modesto, de poca anchura y de aguas bastante calmas, aparecía ya, según nos contaba Eduardo, claramente beneficiado de las lluvias de la última semana.
Somos caminantes veteranos que disfrutamos con la vista de la naturaleza que nos rodea, y que siendo siempre distinta, porque nuestros paseos tienen lugar en una amplia variedad de lugares, mantiene siempre unas señas de identidad muy claras. Llevábamos muchos meses caminando, sábado a sábado, por un entorno muy querido que, por la falta de lluvia, se estaba agostando prematuramente. El milagroso cambio obrado por la lluvia nos estaba haciendo salir el corazón por la boca.
Ya a la orilla del Cereixo el agua iba muy alegre, y con relativa frecuencia era blanca. La vegetación era abundante, fragosa, tupida. Predominaba el avellano sobre una variada representación arbórea a base de carballos, loureiros y ameneiros, todos cubiertos de musgo y líquenes. “Esto es maravilloso”, decíamos a cada poco.
El avance no era sencillo pues la abundante vegetación nos cerraba el paso con frecuencia. Por si fuera poco, el terreno empezaba a descender, y el río se estaba encajonando. Tuvimos que bajar entre piedras, agarrándonos a las ramas para no resbalar por el sendero de pescadores que recorríamos, que, ahora, se había vuelto bastante arriesgado.
Como contrapartida, el río a nuestro lado era ahora un espectáculo de enormes piedras redondeadas, por entre las cuales las aguas blancas saltaban alegres, o excavaban surcos increíbles, generando con todo ello un rumor delicioso que nos acompañó todo el paseo.
Yo llevaba un buen rato pensando en el mirlo acuático, primo de babero blanco de nuestro familiar mirlo común, especializado en este tipo de hábitat. Su figura rechoncha contrasta con su carácter inquieto, de constantes movimientos, flexionando las patas y levantando la cola. Así suele marujear por entre las piedras y zambullirse de repente en busca de alimento en el agua, y salir al poco increíblemente seco.
Yo me decía que aquel era un sitio ideal para el acuático pero estaba convencido de que no lo íbamos a ver. No, porque la abundante vegetación nos tapaba con frecuencia el río.
Cada cierto tiempo, sin embargo, Eduardo nos invitaba a asomarnos aquí y allí, y disfrutar de un espectáculo incomparable: cascadas, rápidos, remansos, puentes improvisados, vegetación tropical, o casi, por lo abundantemente que se manifestaba.
Allí, con la boca abierta, yo me volvía a decir que aquello era lo tal para el acuático, pero claro, con nosotros allí, no se iba a presentar.
Poco a poco el río recobró la horizontal y el avance se hizo menos arriesgado. Ahora el cauce era más ancho y por todas partes había ramas y restos de vegetación arrastrados por el río en días, pasados, de riada.
Llegamos por fin a donde el río se ve forzado a remansarse, impedido en su avance por una presa, modesta, de cantería, aunque con un complemento moderno, una compuerta hidráulica alimentada por energía eléctrica de origen solar.
El río se había parado, y también nosotros. Allí nos encontrábamos mirando la presa con sus contrastes, con su mezcla de tradición y modernidad, un poco tristes por que el río aquí perdía la belleza que tan pujantemente había exhibido hasta entonces y que ahora echábamos de menos.
Así estábamos cuando de manera casi desapercibida, sin ruido, sin pausa, cruzó ante nuestros ojos en vuelo rectilíneo, que solo se curvó para salvar el obstáculo de la presa, el mirlo acuático con su babero inmaculadamente blanco.
Jaime
El mirlo acuático posando antes de sumergirse.
El Cereixo comienza regato en los humedales de Pinzás y no tarda en formar preciosos saltos de agua.
En su descenso hacia el Miño abundan los desniveles y cascadas. (Ver vídeo abajo).
Un bosque de cañas de bambú negras, raro en estas latitudes. El hermoso sendero de pescadores corre paralelo a la orilla.
El tramo inicial remata en la presa de Miudiña productora del primer alumbrado de la ciudad de Tui en 1896. Unos cientos de metros río abajo se encuentra un parque con mesas, ermita y fuente.
Distancia
Duración
Dificultad
Tiempo
Datos de la ruta
8,42 Km.
2 h. 54 min.
Media
Nubes y claros
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Dos por enfermedad y otras ausencias han dejado bajo mínimos la pandilla habitual de Los Lunes al Sol de manera que solamente Ángel y José pudieron acudir a la cita con el lugar en donde hace dos años plantamos un pino en memoria de nuestro inolvidable Adrián.
Iniciamos nuestra andadura en el parque de La Virgen de la Roca, en Baiona, siguiendo las desvaídas marcas del antiguo PRG 62 hasta llegar a Chan da Lagoa que es donde está el arbolito . Comprobamos que goza de buena salud y, después de dedicarle un cariñoso recuerdo, continuamos caminando por los sitios que tantas veces recorrimos con él, por tramos por el GR 58 que serpea por estos parajes o subiendo el Alpe d´Huez que es como le llamábamos a la enrevesada cuesta que mirando al mar se desliza por los aledaños de Pedra Rubia.
Cuando el sendero toca de nuevo Chan da Lagoa retomamos el PRG 62, pasando por la restaurada aldea de San Cosme y la hermosa carballeira hundida en la profunda vaguada en cuyo fondo se dibuja, prácticamente seco, el cauce de un riachuelo que es apenas un triste hilo de agua. Parece mentira, en pleno abril, pisar estos caminos polvorientos por el monte seco tan propicio para ser pasto de las llamas como está ocurriendo en tantos sitios en estos días.
Pasada la granja de A Tomada, una vieja calzada de piedra, en cuyas losas han quedado las huellas de los carros que durante tantos años han marcado sus rodelas a fuerza de subir y bajar una y otra vez, nos lleva hasta las inmediaciones del Outeiro dos Lameiros, recuperada estación arqueológica en una de cuyas grandes losas aparecen insculpidos multitud de equinos que dan nombre al famoso sendero GR 58 o de As Greas, que es la expresión gallega para designar las manadas de caballos que abundan en esta sierra de A Groba desde tiempo inmemorial.
Desde aquí Bahiña queda a un paso con su antigua iglesia y su hermoso palco de piedra. Un poco más adelante, pasando bajo el viaducto de la autopista y tomando un estrecho sendero a nuestra izquierda, no tardamos en adentrarnos en las primeras urbanizaciones de Baiona y toparnos con su monumental cruceiro de la Santísima Trinidad, un templete de piedra con altar, único en Galicia, también recientemente restaurado.
Ahora solo queda atravesar el casco antiguo de la hermosa villa de Baiona para ascender por el Via Crucis que monte arriba rodea la imagen en piedra de la Virgen de la Roca en cuyo parque termina nuestra caminata.
Vista parcial de Chan da Lagoa donde está plantado el pino de Adri.
Un débil neblina cubre la costa en Pedra Rubia vista desde el sendero que discurre por la parte alta.
Una parada para tomar algo cerca de una estación de almacenamiento de troncos.
La estación arqueológica de Outeiro dos lameiros.
La escaleras del Via Crucis y la imagen de la Virgen de la roca.
Distancia
Duración*
Dificultad
Tiempo
Datos de la ruta
30,440 Km.
7 h. 43 min.
Media
Nubes y claros
*Tiempo en movimiento: 7 h. 13 min.
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