La alegría del pleistoceno

Los finales del Pleistoceno, una edad geológica que de inició hace unos dos millones  y  medio de años, coinciden con el paleolítico que es el tiempo en que el Homo Sapiens aparece sobre las llanuras de África, hace unos doce mil años.

Por esa época cambia la morfología de las riberas el Miño, pues el hielo desaparece y se rejuvenece el área que domina el río en la que, poco a poco, se va formando la exuberante vegetación que presenta hoy en día.

Robledas termófilas, zarzas y laurel. Alcornoques y lavanda, torvisqueras y mimosas. Alisos, sauces y helechos reales. Todo y mucho más crece en la Senda de pescadores que discurre paralela a la ribera derecha del río Miño, un sendero festoneado por el color verde intenso de la Tradescantia fluminensis o Amor de Hombre.

En el merendero de Sela, que es en donde comenzamos la caminata por la orilla del río, dos muros de piedra perpendiculares al río llaman nuestra atención. Son dos de las más de cuatrocientas pesqueiras que desde tiempo de los romanos se fueron construyendo a lo largo del río. Es un arte de pesca milenario y espectacular que hace de Arbo la capital de la lamprea.

Os Coengos, O Fraile, O Cachón do Abade, Os Cregos son, entre otros muchos, los nombres que identifican a las pesqueiras y sus dueños.

Hasta ahí hemos llegado partiendo de Cabeiras, una parroquia de Arbo a la que desde hace varios años venimos los de Los Lunes al Sol para disfrutar en O Mesón da lamprea del apreciado ciclóstomo, santo y seña gastronómico de la comarca.

Iniciamos la ruta en el mismo Mesón para bajar hacia Sela a través de los pinares circundantes entre las primeras nieblas que se van disipando a medida que el sol se va adueñando de la mañana.

Cuando, después de un largo descenso, alcanzamos la orilla del río, su ancho cauce  nos muestra sus aguas de un azul oscuro y brillante. Recorremos durante casi toda la mañana el estrecho y encantador sendero de pescadores hasta llegar a la playa fluvial y desviarnos a la vía del ferrocarril para iniciar la subida hacia Cabeiras en cuyo Mesón nos espera el tradicional aperitivo en su bodega, antesala del festín que nos espera en la planta superior.

Empanada y lamprea rellena con ensaladilla como entrantes, lamprea a la bordalesa o cabrito al horno como principales y postres variados de la casa, todo regado con blanco y tinto del Condado, componen el espléndido menú con el que honramos  al pez más antiguo y especial que emigra del mar al río para desovar y morir o ser pescado y acabar regalando el paladar de sus innumerables adeptos.

Como después de tan opíparo banquete no nos quedan demasiadas ganas de seguir caminando, recogemos los bártulos y nos despedimos de la lamprea con el propósito de repetir el próximo año por estas fechas.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
18,170 Km. 4 h. 10 min. Baja Soleado 

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EL ruido y la furia

El ruido y la furia es una obra maestra de la literatura en la que su autor, el Nobel William Faulkner, desata un torrente de emociones, secretos, odios y amores que hacen que la vida de la degenerada familia Compson sea un caos en el que domina la ira, el grito y la violencia.

Viene esto a cuento porque  fervenzas como las que visitamos en la caminata de este lunes parecen como una metáfora viva del relato de Faulkner por el estruendo y el furor de las aguas del Barosa y del Umia despeñándose  desde las alturas como si Eolo, en vez de ser el Señor de los vientos, fuera el de las aguas  y las tuviese encerradas en sus fauces  soltándolas en enormes chorros de  hirviente espuma.

Comenzamos la ruta en Paradivas, unas cuantas casas al borde de la carretera que linda con el embalse de Caldas, continuando monte abajo hasta la aldea de A Arosa, topándonos poco después con la iglesia de Los Dolores de Búa en el municipio de Barro que es donde se encuentra la primera de las cascadas o fervenzas, la de A Barosa formada en el río de su mismo nombre el cual abordamos al cruzar la carretera, poco después de A Búa.

No tardamos en alcanzar ls ruinas  de Os Muiños de Arriba, lugar desde el que arranca la fervenza entre frondosa vegetación. Desde ahí con casi 30 m. de desnivel de desploma el río sobre la gran roca en la que la gran cascada se desparrama junto a Os Muiños de Abaixo. Una impresionante estampa de fuerza y blancura que nos deja boquiabiertos mientras contemplamos ese maravilloso cuadro con el que nos obsequia la madre naturaleza en esta mañana de un marzo primerizo.

Abandonamos el río y la agradable zona de esparcimiento construida a los pies de la cascada para seguir ruta entre fincas y pequeños núcleos de población como el de Barosa hasta llegar al de Arcos de la Condesa, lugar conocido por la fábrica de campanas de los hermanos Ocampo que, según se lee en la placa de su fachada, data del siglo XVII. La fábrica tiene su asiento en el lugar de Badoucos en el cual han montado un diminuta plaza con fuente, cruceiro y campana en honor a Loyola de Palacio y del Valle Lersundi,   la que fue la primera mujer Ministra de Agricultura de España y la primera española en ser vicepresidenta de la Comisión Europea en los tiempos en los que gobernaba el PP en su primera legislatura.

Doña Loyola se desplazó a la pequeña aldea de Badoucos para recibir las campanas que los Ocampo habían fabricado para la madrileña catedral de La Almudena, por lo visto donadas por los gallegos residentes en Madrid.

Ya van dando las dos cuando atisbamos las primeras casas de Caldas de Reis, capital de la Comarca del Umia, villa termal, orgullosa de su Jardín centenario con árboles y arbustos de los cinco continentes. Allí, en el restaurante Roquiño, nos espera un enorme cachopo con patatas fritas entre otras contundentes ofertas gastronómicas que nos dejan bien preparados para continuar nuestra andadura que consiste en un delicioso paseo por la margen derecha del Umia hasta alcanzar la cabecera de la Fervenza de Segade, la segunda de esta ruta.

El imponente chorro de agua que se desploma sombre la enorme laja desde la altura  nos deja sumidos en el estupor, envueltos en el estruendo y la furia de la enorme masa de agua que parece que va a desplomarse sobre nuestras cabezas. Es una estampa impresionante y hermosa con la romántica belleza que le otorgan las ruinas de la antigua Fábrica de la luz.

Seguimos monte arriba para atravesar la carretera y bajar al precioso puente de origen romano que vadea el río poco antes de la cascada, siguiendo por un delicioso sendero que nos lleva al borde el embalse de Caldas, ya en los límites de Paradiva, inicio y fin de esta espléndida jornada.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,980 Km. 6 h. 59 min. Media Chubascos 

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Leyenda de la mora enamorada

Es bien sabido que Galicia es tierra de mitos y leyendas. Algunas tienen su escenario en la espesura de sus frondosos bosques de castaños y carballos. Otras, en las oscuras profundidades  de  cuevas y penedos en lo más angosto de sus sierras o en el interior de los acantilados de la costa. Y qué decir de sus innumerables ríos, regatos y pozas  que cruzan los montes y valles de la tierra gallega.

En una de esas pozas, frente a la costa  de Vigo, en la villa de Domaio, se halla A Poza da Moura, un encantador paraje en el curso de O Rego da Miñouba, en donde el río, sobre todo en época de lluvias, forma una espléndida catarata que como una melena de blanca espuma va a caer en una hermosa piscina natural para desbocarse por la ladera del monte y colarse por debajo del corredor de O Morrazo para entregar su caudal a las serenas aguas de la ría.

Pues bien, parece ser que hace unos cuantos siglos, quizá en los tiempos en los que Almanzor hacía de las suyas por estas tierras, uno de sus súbditos decidió aposentarse en lo que hoy son las tierras de Domaio trayendo consigo a su hija, una hermosa musulmana que no tardó en enamorarse perdidamente de un joven lugareño. Fue un amor secreto que tuvo su asiento en este  romántico y escondido paraje.

Desconfiando el padre de que la moza andaba en amores con un pretendiente que él no aprobaba, siguió a la pareja sorprendiéndolos arrobados en amoroso coloquio en tan hermoso paraje.  Cuando el padre iracundo da muerte al enamorado campesino la mora, desesperada, se lanza a la poza  y desaparece bajo sus aguas. Desde entonces, en las noches de verano, pueden oírse, salidos de las profundidades  de la poza, los quejidos de la bella enamorada que en la noche de San Juan surge de sus quietas  aguas alisando  sus largos cabellos con un peine de oro.

Allí nos hemos ido este sábado los andarines de la Caminata Sabatina partiendo del puerto de Domaio para encaminar nuestros pasos hacia las orillas de O Rego da Freixa, el cual recorremos río arriba entre numerosos muiños y pasarelas, en una sinfonía de agua y espuma, formando innumerables saltos y rápidos que hacen de estos lugares una preciosa estampa de luz y color.

Llegados a las alturas del campo de golf nos desviamos hacia el este  hasta toparnos con O Rego da Miñouba,  en el lugar en donde se encuentra A Poza da Moura.

Después de recrearnos en la belleza de tan hermoso lugar, continuamos la marcha por pistas forestales, entre pinos y eucaliptos, hasta casi el borde de la ría en su encuentro con el fastuoso puente de Rande para volver sobre nuestros pasos durante un corto tramo y bajar hasta el borde del Corredor de O Morreazo.

Ahora toca subir monte a través por una dura pendiente hasta alcanzar la cima de Castro Alegre que se alza sobre la  bahía.

Desde allí todo es bajar hasta dar de nuevo con O Rego da Miñouba, en el lugar de Verdeal, en donde forma una nueva cascada, muy cerca ya de su desembocadura en el puerto de Domaio.

Un estrecho caminito nos lleva por la orilla derecha del regato hasta el paseo que bordea el puerto al lugar en el que iniciamos y terminamos la ruta de este último sábado de febrero.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
12,780 Km. 4 h. 21 min. Media Nublado 

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