Aguas cristalinas

Una vez al año, por estas fechas, hacemos una ruta que pase por las Pozas de Loureza. Sus aguas cristalinas, transparentes y un poco fresquitas  son un alivio para nuestros cansados miembros después de una larga marcha durante toda la mañana por los montes de A Groba que rodean las localidades de Loureza, Burgueira y Torroña.

Iniciamos la marcha en Loureza, un pequeño núcleo rural, a la orilla  del río Tamuxe, al lado de su iglesia y cementerio, muy cerca del Bar El Puente en donde hemos reservado la comida que nos espera una vez hayamos llevado a cabo la caminata de este lunes. Como son días de calor y canícula hemos decidido caminar solamente por la mañana  a fin de librarnos del esfuerzo que supone patear con con la pesadez de la digestión a pleno sol.

Las primeras tres horas son de continua ascensión por  pistas y caminos, la mayoría a la sombra de pinares y eucaliptos, aunque también nos toca parte de monte raso que a estas horas tempranas se lleva bien acompañados por la fresca brisa que sopla por estas alturas. Después de Burgueira no tardamos en llegar a Torroña, otro conjunto rural que en medio de estas soledades, es muy visitado por los que gustan de los manjares de la famosa  Casa Paco, que estos senderistas  conocen desde hace muchos años.

A partir de ahí todo es descenso a través de fincas y pinares sin pasar por población alguna excepto la pequeña localidad de O Viso desde cuyos cerros se divisa en la lejanía el mar en donde desemboca el río Miño así como el monte de Santa Tegra en la villa guardesa.

Ya van allá los primeros 20 Km. cuando nos topamos con la bajada al río en el lugar en el que se encuentran las Pozas de Loureza, unas hermosas piscinas naturales que las aguas del río Tamuxe han ido formando a lo largo de los siglos horadando las rocas que se encuentran a distintos niveles formando saltos y pequeñas cascadas.

Unos cuantos bañistas toman el sol sobre las grandes lajas y los de Sendereando, después de despojarnos de mochilas, botas y vestimenta de andar, nos sumergimos en las límpidas aguas de una de las pozas para disfrutar de un pausado y refrescante baño antes de seguir camino, que ya queda poco, para llegar al Bar Restaurante El Puente en donde, después de  22 Km. de marcha mañanera, reponemos fuerzas a base de empanada, tortilla y otros entrantes previos a la carne guisada con patatas que allí nos  tenían preparada.

Como ya no hay prisa, pues la caminata ha rematado aquí, tras una larga y entretenida sobremesa, abandonamos Loureza y nos despedimos hasta la próxima.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,000 Km. 6 h. 35 min. Media Soleado 

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Caminando sin camino

Aquellos versos tan manidos de Antonio Machado, «Caminante no hay camino, se hace camino al andar» que popularizó el gran  Serrat se hicieron gozosa realidad en la caminata de este lunes, pues una buena parte del recorrido no fue por senderos, caminitos, pistas,  calzadas o carreteras sino por encima de las enormes rocas que jalonan la costa desde el lugar de Portocelo hasta el puerto de A Guarda.

Bien saltando de piedra en piedra, gateando de una roca a otra o paseando por las planas superficies de las enormes lajas que bañaban las olas casi invisibles, como ocultas tras la espesa niebla, hubimos de recorrer los casi cinco kilómetros que desde el citado lugar de Portocelo nos separaban de las primeras casas de la villa guardesa.

Aunque el andar es dificultoso, con alto riesgo de resbalar o dar un traspiés entre tanta piedra, la marcha por estos lugares con  las olas azotando las rocas, acompañados del fragor y de la espuma de un mar agitado envuelto en el halo de misterio que le confiere la densa niebla que lo oculta a nuestra vista, es un placer para los sentidos que se empapan de la grandeza y la hermosura del paisaje.

Hemos comenzado nuestra andadura en el puerto de A Guarda atravesando el casco urbano y siguiendo por calles y callejuelas hasta la vecina Salcidos desde donde comienza la ascensión hasta su Casa Forestal.

Allí se acaba el asfalto y comienzan las pistas forestales por las que nos adentramos en los pinares bajo cuya sombra caminamos hasta alcanzar la zona de descanso en A Cruz da Portela, en el monte Torroso, desde donde se contempla en días claros una impresionante panorámica del océano Atlántico rindiendo sus aguas a la costa guardesa, imagen que en esta mañana nos ha sido vedada por la niebla.

Una empinada rampa nos lleva a trompicones hasta el citado lugar de Portocelo, aún en el municipio de O Rosal. Desde ahí arranca la caminata por las rocas hasta el final de nuestra ruta en el restaurante Chupa Ovos en donde nos solazamos con una colección de tapas que van desde los calamares hasta los mejillones al vapor pasando por otras ricuras ennoblecidas por godellos y mencías de Monterrei, de las bodegas de Crego e Monaguillo, invitación de Marcial,  nuestro preclaro compañero de fatigas que así celebra su pasado cumpleaños acaecido allá por los primeros días de enero pero que con esto de la pandemia hubo de ser retrasado hasta la fecha.

Como el calor aprieta,  ante la obligación de proteger el rostro con la preceptiva e incómoda mascarilla, renunciamos al paseo post meridiem por los alrededores de la villa y regresamos a nuestros puntos de origen.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
18,540 Km. 6 h.  14 min. Media Soleado 

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Las delicias de Elvira

De todos es sabido que las dos principales tradiciones culinarias de Portugal son el bacalhau y el frango. De la primera hemos dado buena cuenta en repetidas ocasiones los senderistas de Los Lunes al Sol en nuestras frecuentes andainas por el país vecino.

Pero de todas ellas sobresalen las dos últimas: de la del año pasado en Castro Laboreiro nos queda el recuerdo imborrable de un bacallau á broa, no solamente por su excelente factura sino también por sus generosísimas raciones, hasta tal punto abundantes que con las sobras cocinó nuestra entrañable Elvira croquetas y empanadillas que, acompañadas de una deslumbrante tortilla de patatas, fueron devoradas por esta tropa nada más desembarcar en la isla de Ons allá por mayo del año pasado.

Algo parecido ocurrió  la pasada semana en Casa Constantino, Cossourado, cuya especialidad es el bacalhau con salsa de tomate, también magnífico y superabundante, lo cual propició que nuestra particular chef fuera reclamada para oficiar con su proverbial maestría las mismas delicias gastronómicas con las que nos sorprendió en la pasada edición. Y así lo hizo en esta nueva visita a la isla con lo cual se va creando una nueva tradición: Las delicias de Elvira en la isla de Ons.

Tan pronto desembarcamos, bajo la sombra de un pino manso, despliega nuestra querida andarina un hermoso panel en cuyo centro una resplandeciente tortilla domina, como un sol, una suerte de constelación cuyas estrellas son croquetas y empanadillas las cuales son vorazmente engullidas por los doce componentes del colectivo andarín, siendo las once horas de la espléndida mañana de este lunes estival.

Después de tan  copioso y suculento ágape emprendemos la  marcha por los caminos y vericuetos de la isla, pasando por la playa de Melide, caminando hasta el faro, siempre rodeados del intenso azul de un mar en calma y acompañados por una vigorosa brisa que mitiga los rigores del fuerte sol de este lunes de julio. Ya estamos en plena temporada veraniega por lo que nos cruzamos con bastante visitantes aunque en menos cantidad que la habitual debido a la actual situación de emergencia sanitaria.

Ya van siendo cerca de las dos cuando decidimos rematar la jornada mañanera en Casa Acuña para degustar sus mejillones y el pulpo a feira, manjar irrenunciable en la isla de Ons. No mucho más porque aún nos queda muy cerca el festín planetario que nos preparó Elvira así que, tras el postre y los cafés, reemprendemos el paseo por la isla.

Unos deciden quedarse a tomar el sol en la playa de Canexol y otros seguimos pateando la isla, visita incluida a su peculiar cementerio, al Burato do Inferno y a la ensenada de Covaliñas, para regresar a la playa y juntarnos con los demás regalándonos con un vigorizante baño en sus transparentes aguas.

Finalizamos esta agradable jornada refrescando el gaznate con una cerveza, de nuevo en la terraza de Casa Acuña, hasta la hora en que la bocina del barco nos avisa de que es hora de regresar a tierra firme.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
17,680 Km. 5 h. 40 min. Baja Soleado 

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Arándanos y moras

En portugués:mirtilos e amoras. Ellos fueron el principal objetivo de la caminata de este lunes, pues esta ruta  en sus dos versiones, Châ da Burra y Torre da Silva, es familiar para los andarines de Sendereando que ya hace años que recorren estos «trilhos» portugueses ubicados en el concello de Paredes de Coura que tienen como lugar común la parroquia de Cossourado dentro  cuyos términos se encuentra el restaurante Constantino que, además de despachar comidas y ejercer de albergue de peregrinos, se dedica  también al cultivo de mirtilos e amoras en la plantación que posee en el  monte, unos metros más arriba de su sede, no lejos de A Cividade o Castro Fortificado, del cual hemos hecho ya varias reseñas en anteriores comentarios.

Iniciamos la marcha en el puente sobre el río Coura, muy cerca del lugar de Antas, por un tramo a lo largo del río, bajo la espesa sombra de la frondosa arboleda de ribera que nos conduce al sendero que, apartándose del río, asciende hasta la ermita de San Bartolomé en cuyo entorno se encuentran unos cuantos miliarios, dos de los cuales han sido utilizados como columnas de soporte para el pórtico de la capilla. Este conjunto de piedras miliares con las que los romanos señalaban las distancias cada mil pasos es el que da nombre a esta ruta a lo largo de la cual se encuentran algunos más.

Desde la ermita emprendemos el camino hacia A Cividade, el castro fortificado del siglo V a. C. al que se hacía referencia más arriba. Menos mal que nos toca el lado de sombra y la ascensión se hace más llevadera. Una vez alcanzado el vértice geodésico que señala la cima del castro bajamos a la iglesia de Cossourado y desde allí descendemos a la calzada romana que discurre por la que fue la Via XIX, que unía las ciudades de Braga, Ponte de Lima, Tui, Caldas de Reis, Lugo y Astorga y que enlaza en este punto  con el sendero de Châ da Burra.

La ruta pasa por diversas localidades rurales como Linhares de Cima,  Châ da Burra y Volencia con bastante asfalto de por medio no muy apetecible en este día tan caluroso aunque llevadero, ya que apenas si hay cuestas que remontar. Nos encontramos con le río Coura, ya en la parroquia de Rubiaes que es donde se encuentra el restaurante Constantino.

A una  una agradable sopa de zanahoria sigue un excelente bacalhao con salsa de tomate y patatas panaderas acompañado de un tinto de Alentejo Monte Velho y un viño verde blanco, fresquito, con su aguja que lo hace ricamente trasegable, todo invitación de nuestra querida Silvia con la que festejamos su pasado cumpleaños sucedido en pleno confinamiento, allá por el mes de mayo.

Retornamos al camino por  los cinco y pico kilómetros que nos separan del punto de partida adentrándonos, después de pasar por el puente románico de Os Canicos,  en los pinares por cuyos vericuetos llegamos de nuevo a las riberas del Coura el cual vadeamos para seguir hasta el punto de partida.

Rematamos la jornada regresando a Casa Constantino para recoger  de los más de 30 Kg. de mirtilos e amoras que le habíamos encargado con ,o que tenemos aseguradas nuestras dosis de vitamina C y E para una temporada entre otros saludables beneficios de estos frutos silvestres.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
21,510 Km. 5 h. 34 min. Media Soleado 

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