Una ruta «a capela»

Sin partitura, sin instrumentos, o sea, sin marcas, sin gps, a capela, como se dice de los coros o cantantes que interpretan sus melodías solammente con su voz, así hemos realizado nuestra ruta de este lunes al comprobar en el punto de inicio que el  que esto suscribe se había olvidado de grabar la ruta proyectada en su aparato gps.

Así que, una vez llegados a la iglesia parroquial de Santa María de Gargamala, muy cerca de Mondariz Balneario, aprovechamos las escasas y desvaídas marcas del antiguo PRG 15 que nos conducían hasta el tramo de Os muiños, hoy en completo abandono, para, una vez perdido su rastro, encararnos con los numerosos cotos que se elevan entre esta localidad y otras como Ventín, Pardalongas yTraspielas. Estos cotos o cerros, algunos de altura notable, tienen curiosos y variados nombres como Coto dos Corvos, da Cerca, da Erbebeda, do Guindastre o do Carballal, entre otros. Donde hay cotos tambien hay chans,  praderas o sitios llanos, chan de Prado, da Carballa, da Criscada, etc. y también alguna fraga o bosque como A Fraga do Rei en la que se encuentra un yacimiento arqueológico con grabados peroglifos.

Casi toda la mañana caminamos en continuo ascenso, a pleno sol, con escasa sombra, por monte bajo ahora teñido de amarillo por el abundante tojo que el inicio de la primavera hizo florecer, hasta dar con la solitaria carretera de nulo tránsito que deriva a las aldeas de Ventín y Bustelo, en Fornelos de Montes, según el indicador que también anunciaba un parque forestal no lejos de allí.

Como coincidía con la hora del almuerzo, al parque nos dirigimos,  resultando ser un magnífico lugar para comer y descansar, amueblado con largas mesas  y dotado de fuente y generosa sombra gracias a los frondosos pinos que allí crecen sobre un césped de verde brillante.

Repuestas nuestras energías y tras placentera siesta, reempredemos la marcha guiados por nuestro sentido de la orientación, desarrollado a lo largo de tantas caminatas, que nos condujo a las localidades de de Pardalongas y Traspielas. Aquí, en Traspìelas, seguimos durante un trecho el casi omnipresente GR 58 para encontrarnos, casi de casualidad, con el indicador que nos lleva a los Petroglifos de Mourelle, cerca ya de nuestro destino o punto de partida a donde llegamos sin dificultad tras un recorrido de algo más  de 27 Km.


Iglesia parroquial de Gargamala. Vista parcial de la aldea.


La mayor parte de recorrido discurre por pistas forestales.


Parque de O Chan da Cavada para comer y descansar.


Detalle de un petroglifo de la losa que se muestra a la derecha.


Fin de la marcha en la entrada de la iglesia de Santa María de Gargamala.

Distancia Duración* Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 27,17 Km. 8 h. 40 min. Media Soleado

*Tiempo en movimiento: 6 h. 26 min.

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

Nota: Para ampliar, hacer clic en las imágenes.

¡Son coma nenos!

Podría decirse que el senderismo es una simbiosis entre deporte, cultura y medio ambiente. El ejercicio físico, los recorridos por la pequeña historia de los sitios casi siempre rurales y de gran interés etnográfico, el disfrute de la naturaleza, todo eso es senderear.Y aún hay más. El contacto con la naturaleza y la oxigenación que produce la vida al aire libre provoca cierta euforia que en determinadas ocasiones  hace que nos comportemos como si fuéramos chavales.

Eso fue lo que nos ocurrió en la caminata de este sábado diseñada por nuestro amigo y compañero de Los lunes al sol, José Luís, alias dasparrandas.  Después de veinte minutos de penosa ascensión por las empinadas calles del Bueu sur, nos adentramos en el bosque por la ruta llamada de Os muiños. Algunos sólo ruinas, otros restaurados. En uno de éstos se celebrará mañana, domingo, la fiesta  O millo corvo, que trata de recuperar una antigua tradición relacionada con esta variedad de maiz de color negro  prácticamente extinguida.

En este sitio nos detuvimos para reponer fuerzas. Un cuerda de nudos colgaba de un añoso carballo y los chicos de la Caminata sabatina no pudieron resistir la tentación de amarrrarse a la liana y balancearse como auténticos tarzanes. Acertó a pasar por allí un paisano  que se nos quedó mirando  y exclamó entre asombrado y divertido : ¡Son coma nenos!  Y tenía razón, pues nos estábamos divirtiendo  como si hubiéramos retrocedido a los años de nuestra infancia. Cosas del senderismo.

Esta ruta de Os Muiños enlaza con la de Os Pazos. Haberlos hay, por lo menos tres, pero ninguno de ellos es visitable, así que tuvimos que contentarnos con pasar por delante de sus portalones más o menos pretenciosos.


Intercambio de energía con el poderoso Quercus robur. Un tramo de la calzada romana de Meiro.


Recordando la infancia.


Antiguos muiños convertidos en viviendas.


A pesar de la sequía aún se ve alguna que otra pequeña cascada.


Los pazos.

Distancia Duración* Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 14,1Km. 4 h. 7 min. Media Soleado

*Tiempo en movimiento: 3 h. 24 min.

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

Nota: Para ampliar, hacer clic en las imágenes.

El pequeño Nepal

En este lunes, 19 de marzo, hemos hecho una de las rutas que ha dejado en nuestras mentes y en nuestras piernas una de las más profundas impresiones desde que nos dedicamos a este sano y gratificante ejercicio de senderear. Silvia, una de las asiduas a nuestra Caminata Sabatina que conoció esta ruta hace un par de semanas con Congostra, la ha bautizado con el nombre de El pequeño Nepal y la verdad es que, guardando las distancias y a escala bien pequeña, bien puede compararse, al menos en algunos aspectos, con el deslumbrante Nepal, ese país que alberga al mítico Everest.

Aquí, en vez del Himalaya tenemos la sierra de A Peneda y en vez de los 8.000 y pico metros del Everest escalaremos los pocos más de 1.000 de O Penedo do Outeiro Gordo, muy cercano a la cumbre más alta de estos parajes coronada, en estos días finales del invierno, con los restos de las nieves que hace pocas semanas cubrían estas alturas.

Para llegar hasta allí, salimos de la localidad de Sistelo, en el concello de Arcos de Valdevez, del vecino Portugal, siempre en marcha ascendente, por caminos empedrados jalonados por los innumerables bancales, en cuyas terrazas escalonadas, pura expresión del más extremado minifundismo, cultivaban y aún lo hacen los viejos del lugar, maiz, hierba y pasto para el ganado de las razas cachena y barrosa que, cada día más escaso, merodea por los montes y valles de esta sierra.

Impresiona imaginar el enorme y continuo esfuerzo con el que, a lo largo de los siglos, los lugareños han conseguido domesticar el monte convirtiendo sus laderas en tierras de labor de un verde brillante que en esta mañana, casi al inicio de la primavera, luce espléndido iluminado por el sol.

Por kilómetros y kilómetros de camino empedrado en el que los carros del país han dejado sus huellas a través de los años, ascendemos hasta la aldea de Padrâo, prendida en la falda del monte, aldea de montaña a la que solo se accede a pie o a caballo. No hay coches aparcados en sus inmediaciones, no hay carretera. Parece que el tiempo se detuvo en esta encantadora localidad y que nosotros con nuestras cámaras, nuestros móviles y nuestros gps estamos fuera de lugar.

Mientras seguimos avanzando. A medida que subimos nos topamos aquí y allá con las famosas brandas, brañas o pastos de verano.Tienen nombres como la de O Furado, la de O Crastibô, etc., cada una con su caseta de planta baja de mampostería en seco, algunas con chimenea y establo. Allí se guarda el ganado durante la noche y duerme el vaquero. También abundan los chozos, refugios para cabras y ovejas, de planta circular y cubierta abovedada, todo construído en piedra, singular muestra de arquitectura rural.

Rodeado el circo glaciar, comienza el largo descenso hacia el río Vez que se desliza casi oculto por el fondo de la profundísima vaguada. Atravesamos un hermoso y antiguo puente para alcanzar la aldea de Pazo do Monte, no lejos de Sistelo, nuestro punto de partida, a donde llegamos después de cruzar el nuevo el río Vez y tras superar los 149 escalones de piedra que nos llevan hasta la iglesia parroquial, ubicada en el Largo dos Viscondes de Sistelo, cuyo arruinado castillo se alza sobre el valle.


La aldea de Sistelo, inicio de la ruta. A la derecha los espectaculares bancales.


Conversando con los paisanos, cuya indumentaria recuerda la de hace unas cuantas décadas.


Casi 20 km. de corredoiras y congostras, caminos empedrados, de paso irregular, para poner a prueba pinreles y rodillas.


Uno de los muchos chozos que se encuentran en la sierra de A Peneda. A la derecha, una branda con la casa-refugio del ganado y vaquero.


Pasando por el Outeiro Gordo, cerca de O Alto da Pedrada, a más de 1.000 m. de altitud.


Parte de los 149 peldaños que llevan al Castelo dos Viscondes.


En el puente sobre el  río Vez.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 22,550 Km. 7 h. 42 min. Alta Soleado

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

Nota: Para ampliar, hacer clic en las imágenes.

La «perceberancia» de Casa Paco

Entre Baiona y O Rosal, la carretera PO 354 atraviesa la sierra de A Groba, pasando por Chan da Lagoa, O Cortelliño y Torroña, una solitaria localidad con unas pocas casas entre las que destaca Casa Paco famosa desde hace unos cuantos años por su estupendo menú a base de percebes y cabrito.

Los senderistas de la Caminata Sabatina, como es de suponer , no llegamos a Torroña por la PO 354 sino por los caminos y pistas que partiendo de Oliveira (Borreiros, Gondomar) discurren en un primer tramo por el GR 58 o Sendeiro das Greas, atravesando la hermosa y frondosa Fraga de Oliveira, vadeando el río Groba y desviándonos  después del GR para seguir el trazado diseñado por nuestro compañero y amigo Eduardo y llegar ,después de casi cuatro horas de navegación, a nuestro destino, Casa Paco.

Para ello hubo que hacer un buen acopio de perceberancia, palabra acuñada por el filólogo del grupo, nuestro querido Jaime, y es que los percebes que allí nos esperaban eran un buen aliciente para perseverar en el esfuerzo y continuar sin desmayo para llegar a nuestro destino cuanto antes.

Tras un entusiasta sprint final llegamos a las dos en punto a Casa Paco en donde a los 16 caminantes se nos unieron otros 14 ex-andariegos y amigos. No nos decepcionó  el restaurador con sus percebes calentitos y su sabroso cabrito regado con mencía y barrantes, rematando el festín con postres caseros de variada oferta y chupitos. En fin, perceberancia dentro y fuera de Casa Paco.

Nuestro entrañable  Dietmar tiró de acordeón y  amenizó la sobremesa con un extenso recital que levantó entusiastas aplausos de la concurrencia, que era mucha, pues el restaurante estaba lleno a tope, rematando su actuación con un dúo de acordeón y laúd, tañido éste último por el que suscribe.

Ya con el restaurante ocupado casi exclusivamente por nosotros, levantamos la sesión contentos y satisfechos. La mayor parte regresaron en sus vehículos y solamente unos cuantos adictos volvimos andando a Oliveira con el pequeño percance de que el que esto escribe perdió su cámara en algún punto de la rápida caminata, por lo que hubo de recurrir a las fotos de Cristina y Nieves para ilustrar esta crónica agradeciéndoles desde aquí su colaboración.


Parada para la fruta y en camino de nuevo.


Preparados para la percebada/cabritada. Comienza la sobremesa.


Dietmar y José en plena actuación.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 23,78 Km. 5 h. 80 min. Media Lluvia y sol

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

El mar, siempre el mar

En este grupo de aficionados al ejercicio de la pateada los hay de Vigo y de Pontevedra, dos ciudades siamesas con el mar que, escondiendo su inmensidad, ha venido a refugiarse en las bellísimas Rías Baixas. El mar es nuestro entorno, nuestra mirada, el mar son los encendidos ocasos en los que se extingue el sol del atardecer que nace en el interior, tras las montañas. En este fin de semana, tanto los de la Caminata Sabatina como los de Los Lunes al Sol, nos hemos empapado de la estampa marina.

Sin embargo, la mayor parte de nuestras caminatas discurren tierra adentro y eso es porque el mar sólo nos ofrece su costa para caminar y por ahí no abundan los senderos, porque los verdaderos caminos marinos se hacen navegando. Del mar nos quedan sus orillas, sus playas y acantilados que en unos días como éstos, luminosos y claros, con el cielo y el mar de un intenso azul, inunda nuestros sentidos con su hermosura. Pero el mar siempre está ahí con su infinitud, su belleza, su fuerza, muy dentro de nosotros. Si la vida nos aleja de él pronto lo añoramos como si algo vital nos faltase, si lo tenemos cerca nos sentimos bien, satisfechos, tranquilos.

Este fin de semana lo hemos dedicado al mar. El sábado hemos repetido la ruta de los Tres Faros y un Facho ya descrita en Sendereando. Partiendo de Donón, nuestro entrañable Angelo de Vigo nos condujo hasta Punta Subrido, una cabeza de arpón que mira hacia la costa viguesa entre la isla de San Martiño y Cabo Estay, después de pasar por las playas de Nerga y Barra, solitarias, de finísima arena blanca y limpia en este tiempo de invierno.

Unos cientos de metros al oeste nos espera Punta Robaleira con su coqueto faro pintado de rojo y, tirando hacia el norte, el blanco hachón del Cabo de Home en cuyas rocas baten las olas en un festival de blancas espumas y aguas esmeralda. Desde ahí ya se divisa el alto de O Facho, con sus vestigios de viviendas y altares galaicomanos y su rústica caseta de redonda cúpula en donde, dice la leyenda, se prendía el fuego para atraer a a los navegantes a la quebrada costa, hacerlos naufragar y apoderarse de los restos. Allí remata nuestro recorrido de este sábado.

El lunes volvemos al mar por el lado de Bueu. Partiendo del puerto de Beluso recorremos la costa a su paso por las playas de Tulla, Mourisca y O Pedrón, blancos arenales impolutos hollados en esta mañana por nuestra botas que se hunden en el blando pavimento. Alcanzamos la zona de cabo Udra, con sus penedos enormes y redondos, como bestias dormidas indiferentes al fragor de las olas. Llegados al merendero en el que termina nuestro recorrido por la costa, seguimos por carretera hasta la iglesia de Santa María de Beluso  y de allí bajamos al puerto pisando más asfalto del que sería de desear.

Por la tarde subimos al lugar de Chans de Cela, una zona de recreo en la paroquia de Cela, también en Bueu. Es un recorrido circular, bien señalizado,  con dos miradores, el de Telleira y el de O Castelo, ambos con magníficas vistas sobre la ría de Pontevedra. La ruta continúa toda por pistas y caminos de monte hasta regresar al punto de partida después de unos 8 Km. de recorrido.


El hermoso mar de A Costa da Vela. (Fotos de Quincho)


La playa de Barra. A la derecha, en el faro de Punta Robaleira. (Fotos de Quincho y Cristina)


Dos estampas netamente marineras.


Refugios de pastores en la matogueira.


Os Penedos de Cabo Udra.  A la derecha, en el mirador de A Telleira.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 12,24 Km. Sábado
19,7 Km. Lunes
3 h. 34 min.
6 h. 54 min.
Baja Soleado

Para ver el mapa y más detalles de las ruta hacer clic con el ratón en los siguientes enlaces: Tres faros, Cabo Udra y Chans.

Nota: Para ampliar, hacer clic en las imágenes.