Entre Oseira y Piñor

En el municipio de Piñor de Cea se encuentra una pequeña aldea, Cales, escondida entre los prados y bosques que rodean a Oseira en el vecino concello de San Cristovo de Cea y cuyo máximo exponente es su famoso monasterio de Santa María la Real.

Ambos territorios tienen una estrecha relación, pues el monasterio adquirió  terrenos y propiedades en las parroquias de Piñor de cuyas rentas se benefició hasta que tuvo lugar la desamortización de Mendizábal en 1835, año en que los monjes tuvieron que abandonar el convento lo cual propició el expolio del lugar. Los monjes volvieron de nuevo en 1929 comenzando entonces su reconstrucción. Lo más atractivo de lugar, aparte del enorme valor histórico y artístico del monasterio, es el entorno natural en el que se ubica en la zona montañosa antesala de las sierras ourensanas del Faro.

Piñor,  un ayuntamiento eminentemente rural, cuenta con muchos recursos forestales en sus montes dando lugar a una importante industria especializada en la construcción de ataúdes. Hay por lo menos diez talleres que fabrican esos indispensables cajones de los que nadie se libra.  Por cenizo que eso parezca, las gentes de esta comarca son alegres y sociables siendo su población muy dispersa, extendiéndose a lo largo  y ancho de estas tierras salpicadas de pequeños núcleos rurales casi perdidos en las faldas de los montes y en los pequeños valles regados por los ríos Arenteiro y Mirela.

Hemos comenzado en Cales nuestra ruta dirigiéndonos, siempre por caminos rurales, hacia Oseira. Llama la atención la cantidad de fincas bien delimitadas por  viejos muros de cachote en otro tiempo dedicadas al cultivo de centeno en su mayoría y hoy casi todas abandonadas. Entre Oseira y Piñor abundan los frondosos bosques de robles y castaños, de agradecida sombra en los días de calor, surcados por umbríos senderos cubiertos por la seca hojarasca. Otras veces son largas corredoiras y caminos de carro alfombrados con la verde hierba que ahora en primavera brota por doquier.

Llegada la hora del yantar hemos de desviarnos hacia el lugar de O Reino en cuyo restaurante Ateneo nos atienden y confortan después de los 20 Km. que nos han traído hasta aquí. Retomamos la  ruta en el lugar de Canices y desde allí, en una carreiriña de can, alcanzamos Cales, inicio y fin de la jornada de hoy.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
26,600 Km. 7 h. 5 min. Media Nublado 

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Melgaço

Melgaço es una villa portuguesa, la más septentrional del país vecino, a la que se accede por un puente sobre el Miño que la une con Arbo, en la parte española. Aunque separadas por el río el paisaje es el mismo en ambas orillas.

Frondosa vegetación en las riberas, extensos viñedos de donde salen los vinos del Condado y los viños verdes portugueses. Largas cadenas montañosas a ambos lados de la frontera con zonas de arboleda y también de monte raso forman la profunda vaguada por la que fluye el padre Miño, entre tierras de labor y numerosos núcleos de población grandes y pequeños salpicando la accidentada orografía .

La caminata de este lunes ha discurrido por las tierras que conforman el municipio de Melgaço partiendo del hermoso monasterio de Fiâes, una de sus freguesías que es como se nombra a las parroquias en portugués. A 700 m.de altitud se encuentra este antiguo cenobio cuyos comienzos parecer ser que se remontan a las postrimerías del S. IX. habiendo sufrido muchas modificaciones a lo largo de los años aunque quedan claras huellas de su origen románico.

Como suele ocurrir con estos sitios, el monumento, hoy iglesia parroquial, se yergue en un lugar solitario y recogido. Augusto Soares de Azevedo Barbosa de Pinho Leal, historiador portugués,  describe así el paisaje que le rodea: «A poco más de un kilómetro de aquí se eleva majestuosa la Sierra de Pernidelo donde la vista abarca un vastísimo y hermoso panorama. Por la falda de esta sierra, en una distancia de 6 Km., se extiende la verde y fértil vega de Melgaço. Desde sus cumbres se ve, en días de cielo limpio, gran parte de las poblaciones gallegas y la ciudad de Ourense,a 40 Km.»

Dejando atrás el monasterio, subimos a la pequeña localidad de Jugaria, caminando entre bosques, fincas y monte raso, siempre en descenso hasta alcanzar las cercanías del Miño. Todo es monte por esta zona hasta llegar a los aledaños de Melgaço. Monte casi intransitable, pues la maleza ha invadido este sendero, otrora practicable, en el que aún se aprecian las marcas de la ruta, pero que ahora desbrozamos con nuestros bastones en una lenta y esforzada marcha aún más dificultosa a causa de la inoportuna lluvia que nos ha sorprendido en esta mañana que comenzó soleada y va camino de convertirse en una jornada fría y desapacible.

Por fin llegamos a la villa en donde, a la sombra (es un decir) de su castillo, encontramos un agradable restaurante en el que reponemos fuerzas y recuperamos ánimo para continuar bajo la persistente lluvia que aún nos persigue durante más de una hora.

Continúa nuestra marcha entre frondosos bosques y encantadores lugares como Ponte, Preto, Requeijo y Ladrongueira hasta regresar al punto de partida en el citado monasterio.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
24,000 Km.  7 h. 19 min. Difícil Lluvioso

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Coles

El concello organiza todos  los años, por el otoño, una andaina de unos 20 Km. que recorre prácticamente  todas sus parroquias y nosotros, en este lunes, hemos repetido la experiencia con algunos cambios en el itinerario que nos permitieron desviar la ruta hasta el restaurante Moby Dick, en el límite de Coles con la capital ouresana.

Comenzamos la ruta en la carballeira de Vilarchao y en vez de seguir hacia el norte siguiendo el recorrido oficial nos desviamos a Cima de Vila llegando a las orillas del Miño al cabo de poco más de 5 Km.  A partir de aquí, seguimos paralelos al río pasando por hermosos y encantadores pueblecitos muy bien cuidados, como Sobrado, Belesar, Levices, San Lourenzo y Casanova, hasta llegar al embarcadero de Ribela en las orillas del embalse de Velle.

Cuando no toca río la ruta discurre por frondosos y umbríos bosques cuya sombra es muy de agradecer en una jornada  como la de hoy que, aunque fría en las tempranas horas de la mañana, fue calentándose a medida que se acercaba el mediodía.

Nos desviamos de la ruta oficial en el citado embarcadero para seguir carretera arriba hasta el emplazamiento del Hostal-Restaurante Moby Dick en donde fuimos objeto de la cálida atención de sus regidores disfrutando de una agradable y económica colación que nos dejó bien preparados para continuar. Saliendo de la misma finca del hostal no tardamos en enlazar con la ruta que a través de hermosos parajes nos llevaría al punto de partida.

A veces la hermosura de algunos de estos sitios queda empañada por el descuido y la agresión al medioambiente que supone la contaminación de preciosos riachuelos cuyas aguas bajan marrones y pestilentes porque en algún lugar algún desaprensivo no tiene inconveniente en deshacerse de sus residuos ensuciando ese cauce por donde antes fluían aguas limpias y transparentes.

Así lo hemos visto y sufrido a nuestro paso por los bosques por los que, cerca del lugar de Lavandeira,  nos aproximábamos a la carballeira de Vilarchao, inicio y final de esta ruta.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,000 Km. 6 h. 22 min. Media Soleado 

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Copas que tocan el cielo

Los castaños más altos de Europa. Eso es lo que se lee en el panel que nos recibe a la entrada de la Fraga de Catasós. Asegura, además, que los hay de 200 años, que miden 30 m. de alto y que en su conjunto presentan la mayor tasa de crecimiento de toda Europa.

Da la impresión de que alguien obsesionado por los «máses» ha recorrido todo el continente, desde las Landas de Aquitania hasta los Alpes escandinavos pasando por la Selva Negra (allí no hay castaños) hasta la taiga Siberiana, midiendo ansiosamente cuanto árbol tenga algo que ver con el castaño con la secreta esperanza de regresar a casa con la satisfacción de no haber encontrado ninguno tan alto como los de Catasós.

Disgresiones aparte, lo que sí es cierto es que los castiñeiros de la Fraga de Catasós forman un maravilloso bosque, cuyas copas ascienden airosas hasta fundir el verde de sus hojas con el azul del cielo.

Tuvieron que pasar 46 años desde que el fitólogo Filippo Ravatt (sigo leyendo el panel) visitó la fraga para que ésta fuese declarada Monumento Natural por la Xunta de Galicia. En otros tiempos perteneció a la familia Quiroga de Catasós en cuyo pazo, cerca de este lugar, la insigne Emilia Pardo Bazán escribió parte de su libro más conocido, «Los Pazos de Ulloa».

El recorrido por la fraga es corto y ameno, explica el tablero. Despertará la curiosidad de niños y mayores ante la singularidad de su ecosistema. Escuchar cómo se mezclan los trinos y los silbidos de sus pájaros será un ejercicio gratificante.

Como de costumbre, hemos parado en Lalín para comer en el restaurante del Hotel Palacio, en elegante mesa con esmerado servicio, económico precio y agradables viandas.

He dedicado la mayor parte de este comentario a la Fraga de Catasós porque era el principal objetivo de nuestra ruta aunque solamente abarque poco más de 2 km. en el total de nuestro recorrido pero no por eso desmerecen nuestra atención las verdes y extensas praderas que rodean la capital del municipio, el más grande de la provincia de Pontevedra y el cuarto de Galicia. Gran potencia ganadera, es frecuente contemplar numerosas reses pastando mansamente al aire libre.

Llegar a una villa importante como esta implica un poco más de asfalto de lo común pero, una vez fuera de sus límites urbanos, la marcha transcurre por senderos, carreiriños y corredoiras entre aldeas y tierras de labor que en esta jornada primaveral y soleada son un regalo para los sentidos.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,100 Km. 5 h. 29 min. Fácil Soleado

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