Montes y ríos de Gondomar

Cuando llega el verano y los calores aprietan procuramos que nuestras nuestras caminatas se acojan a la protección de los numerosos ríos y regatos que fluyen entre los montes y valles de estas tierras que aunque en estos meses de sequía bajan escasos de agua, algunos con escuálidos cauces, conservan el frescor y la sombra de sus umbríos bosques de ribera, un agradecido alivio para los andarines.

Partiendo del Camiño da Fonte en la gondomareña parroquia de Peiteiros, subimos por pistas forestales desde las que se contempla el exuberante valle del Miñor hasta llegar al curro de Morgadáns después de haber atravesado el río Toiteiras que presenta un patético aspecto con su cause casi seco y con sus cantos rodados al aire que una fina lámina de agua no llega a cubrir.

Dejando atrás el curro, sigue la caminata entre frondosos pinares de los que se deriva un estrecho sendero que, entre pinos y carballos, nos lleva hasta la aldea de Muxido en la que alternan viejas casas abandonadas de las que solamente quedan sus ennegrecidas paredes de cachote o mampostería con alguna moderna construcción que llama la atención en tan escondido paraje al que hoy se accede por carretera pero que en tiempos pasados debió ser un solitario conjunto de casas aislado del resto del mundo.

De Muxido, tras un corto trecho por carretera, descendemos a las orillas del río Morgadáns que, aunque menguado, lleva su caudal con cierta dignidad en medio de la deslumbrante vegetación que jalona sus riberas.

Nos sentamos a tomar «las once» en la larguísima levada cercana a los restos de un muiño que por allí se encuentra. Caminando por sus bordes alcanzamos la Entidad Local Menor de Morgadáns que es la categoría administrativa que ostenta este parroquia en la que ejerció durante años el conocido y venerado maestro y escritor D. Victoriano Taibo muy recordado y querido en estos lares.

Desde Morgadáns todo es bajar entre fincas y pinares hasta el centro urbano de Gondomar en donde paramos para restaurar energías en la Tapería Adechape, un sitio para olvidar, por la incompetencia y falta de oficio de su personal.

Menos mal que a la salida nos espera el río Miñor por cuyas orillas caminamos la mayor parte del tiempo que dura el regreso hasta el punto final.

De nuevo, como en el Morgadáns, la generosa sombra de su arboleda nos acompaña y protege del fuerte calor que a estas horas aprieta pero no ahoga ni siquiera cuando abandonamos el río y seguimos ascendiendo, monte arriba, por estrechos carrreiriños o recogidas pistas entre la cerrada arboleda de los montes de Peitieiros en cuyo Camiño da Fonte remata la jornada de este lunes.

 


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,370 Km. 6 h. 42 min. Media Soleado 

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Sudando la gota gorda

Cuando salimos de San Clodio, en el municipio de Leiro, aún no son las nueve de la mañana y la temperatura ya supera los 20ºC. San Clodio es el nombre del lugar en el que se alza la espléndida mole del monasterio hoy convertido en hotel.

El cielo se muestra ceniciento oscurecido por la humareda originada por un potente incendio no lejos de aquí, por la parte de Melón.

Los primeros kilómetros de la ruta discurren por los montes que rodean el monasterio para seguir entre viñedos y fincas hasta el lugar de Riobó con su vieja escuela abandonada en medio de un secarral y un poco más arriba su monumental pazo, uno de verdad de los que, con palomar, capilla y ciprés, pazo es.

Poco antes del pazo, casi escondida en un recodo del camino que lleva hasta allí una solemne fuente de piedra por la que mana un buen chorro de agua fresca que alivia los primeros sudores de la jornada.

Hay que seguir cuesta arriba hasta San Miguel de Osmos, con su iglesia y su fuente que de nuevo es bienvenida en esta hora en la que el calor sigue apretando.

Estas son tierras de cerezos y a por sus frutos habíamos venido pero ni una queda, así que continuamos nuestra marcha sin catar su sabor.

Una brisa muy suave atenúa un tanto los rigores de esta mañana que aún siendo de primavera se comporta como una de las más calurosas jornadas del estío.

Ya suman catorce los primeros kilómetros de marcha cuando alcanzamos el punto más alto de la ruta dominado por las inevitables torres-antenas que dominan esta cota desde la que se contempla una amplia panorámica del valle del Avia a cuyas orillas llegamos sudando la gota gorda, empapados de cansancio y sudor.

Tras el puente que, vadeando el río da a la carretera de Leiro, se encuentra el Bar Campeón en donde nos refugiamos ansiosos de bebida que refresque nuestras gargantas y agua que enfríe los calores de esta tórrida jornada.

Ya confortados por el generoso condumio, nos enfrentamos de nuevo al calor pesado y pastoso que se cierne sobre nuestras espaldas en estas horas en la que el sol inclemente no da tregua en su furia canicular.

Menos mal que una buena parte del recorrido de vuelta discurre por estrechos senderos bajo la sombra de las mimosas cuyo luminoso amarillo de hace unas semanas se ha tornado en el intenso verde de su frondoso ramaje que nos protege de los rigores del astro implacable.

Afortunadamente, otra fuente de artística factura os espera en los alrededores del monasterio de San Clodio en donde comenzó y remata esta jornada, la más calurosa hasta la fecha. Ya veremos como vienen las demás en lo que nos queda del verano que comienza en la próxima semana.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
23,760 Km. 7 h. 53 min. Media Soleado 

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A la sombra de los «insignes»

El Alto de Fontefría era, hace unas décadas, un hito importante en el viaje Vigo-Madrid que por aquellos días solía durar nueve o horas o más para los valientes que lo hacían en su seiscientos. Ahora, un túnel evita tener que subir hasta allí desafiando, en los duros días del invierno, aquella niebla casi impenetrable que a veces obligaba al copiloto bajarse del coche para guiar al conductor.

También recuerdo que en aquellos inviernos las primeras nieves caían por estos parajes y los que vivíamos a la orilla del mar traíamos aquí a nuestros pequeños para que la conociesen.

Hoy eso ya es historia y el tráfico por allí es muy escaso ya que la mayoría evita el alto pasando por el impresionante túnel que pasa por debajo.

Pero vale la pena acercarse hasta allí y darse un paseo por los extensos bosques en los que predomina el Pinus insignis o Pino de Monterrey. Sus altas copas proveen de generosa sombra al caminante. Por eso en este día de junio, soleado y caluroso, precursor del verano que se acerca, los chicos de Los Lunes al Sol nos hemos desplazado hasta aquí para disfrutar de estos parajes en los que alternan las grandes parcelas pobladas con estas coníferas con las verdes y refrescantes brañas como las de Porta do Boi y Lodoso por cuyas lindes caminamos hasta alcanzar A Fonte dos Bidros en plena ruta de A Pedra do Lobo que nos lleva hasta el Castro de Covelo.

El Castro está coronado por una cruz de piedra con petroglifos en su basamento desde donde se contempla una vasta panorámica del valle con Covelo en primer término. Mitos y leyendas  dan al entorno un cierto aire de misterio, como la del Zoadoiro, en la falda del Castro que habla de tesoros, batallas y túneles secretos que llegaban hasta el río Porrón que baja desde los altos de Fontefría.

Paralelo al Porrón discurre el por O camiño das  Caldiñas que nos lleva hasta la carretera desde donde bajamos por una antigua corredoira hasta el centro de Covelo en donde se encuentra, frente la Casa do Concello, el Bar Costas.

Nos preparan una mesa en su terraza con un variado menú que va desde el salpicón a la ternera asada pasando por la merluza a la cazuela o arroz con bacalao.  Para todos los gustos. Todo acompañado de vinos mencía y Ribera del Duero con los que brindamos por nuestro amigo Antón que celebra su cumpleaños deseándole que cumpla muchos más.

Cuando reemprendemos la marcha, un sol canicular amenaza nuestra ascensión hacia el punto final atenuada por los abundantes espacios de sombra por los que, entre brañas y pinares, regresamos hasta el Alto de Fontefría .


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
21,270 Km. 6 h. 25 min. Media Soleado 

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Las tejas del diablo

«Comemos o pan que amasou o demo»…Desde abril a octubre trabajaban de sol a sol, acarreando el barro, amasándolo y moldeándolo para fabricar tejas y ladrillos. Un trabajo del demonio que dio lugar al dicho que encabeza este comentario y que era popular en los tiempos en los que funcionaban las telleiras de Dena que permanecieron activas hasta mediados del siglo XX.  Hasta 28 de estas instalaciones humeaban a lo largo de la costa de la ensenada de Dena desde Castrelo, en Cambados, hasta Dena en el municipio de Meaño.

Ya no queda ninguna en activo y la mayoría están semidestruidas y cubiertas por hierbas y matorral pero aún así merece la pena recorrer esa parte de la ría que discurre desde la aldea de Quintáns hasta A Foz da Chanca con la isla de A Toxa al otro lado. Es una ruta sin desniveles, siempre llana, que convierte la caminata en un agradable paseo «entre tejas y viñedos» que es como la titulábamos en nuestra reseña de enero del 2013.

El mar en calma, azul y luminoso en esta mañana primaveral, hace de este rincón  de la ría de Arousa un precioso paraje que recorremos con calma y sin esfuerzo recreándonos en la hermosura de la estampa que se ofrece a nuestros ojos.

Visitamos una de las tellleiras, restaurada hace unos años y casi en ruinas otra vez para seguir hasta Dena, hasta A Foz da Chanca en donde desemboca el río del mismo nombre, desviándonos desde allí hasta el cercano Centro de interpretación, museo de las tejas, que aunque conserva un horno del S. XIX es ahora almacén de alimentos sin que se vea actividad museística alguna. Suele pasar con indeseada frecuencia  que restauraciones como ésta, inauguradas en su día con bombo y platillo, van quedando abandonadas por falta de atención y mantenimiento.

Después de la visita al Centro por cortesía de los que allí trabajan, seguimos camino hasta el Mesón O Forcado, en el centro urbano de Dena. Repuestas las pocas energías que hemos consumido durante la marcha, reemprendemos el camino hacia el punto de partida, esta vez por el interior, caminando entre pinares y viñas cuyos racimos aún verdes estarán listos para la vendimia en el próximo setiembre.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
21,960 Km. 6 h. 5 min. Baja Sol y nubes 

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