Castrove, Armenteira, Río da Chanca

Los expertos meteorólogos de las cadenas televisivas anunciaban lluvias abundantes ilustrando sus pronósticos con negras nubes de las que se desprendían fuertes chaparrones. Pues nada de eso ocurrió en este espléndido lunes de otoño en el que entre nubes y claros caminamos por las pistas del monte Castrove, alfombradas con la hojarasca ocre y amarilla de los caducifolios en los escasos sitios donde los hay, que por desgracia son pocos, a causa de los incendios que han arrasado buena parte de su superficie invadida además por los nefandos eucaliptos que surgen por doquier.

Saliendo del lugar de Valboa atravesamos parte del Castrove para bajar, siguiendo la corriente del río Armenteira, hasta el lugar del mismo nombre archiconocido en nuestro país por su monasterio y su leyenda de Don Ero. Una vez más hacemos la inexcusable visita al cenobio no sin antes sorprendernos con la construcción, prácticamente terminada, de una Pousada do Salnés, establecimiento hotelero más parecido a un cenotafio o tanatorio pues más se asemeja a un monumento funerario que a un establecimiento de ese gremio que además, según nuestro criterio, desentona con su entorno. Algo más de dos millones y medio de euros se ha gastado el FEDER y la Diputación para dotar a la rural Armenteira con semejante adefesio.

Seguimos hasta Meaño en donde nos espera en casa Rodiño un apetecible menú regado con unas botellas de Viña Salceda, un crianza riojano invitación de nuestro amigo y compañero de fatigas José Luís para celebrar su cumpleaños, pocos aún comparados con los del que esto escribe quien le desea que siga sendereando durante muchos más.

Entre verdes prados y extensos viñedos en los que quedan aún restos de racimos de la reciente vendimia, llegamos a la senda del Río da Chanca, un bonito paseo muy bien acondicionado con alumbrado, pasarelas y varios molinos restaurados, por el que llegamos de nuevo a la aldea de Valboa, inicio y fin de esta caminata.

La isla de La Toja en la ría de Arousa

La isla de La Toja en la ría de Arousa

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,700 Km. 6 h. 21 min. Fácil Nublado 

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Tiempo de castañas

Avanzado el otoño, ya rondando el día de difuntos, el ahora reivindicado samaín de los celtas ante la avalancha del haloween americano que ya tiene su versión local en el jalopín de  la vecina villa de Ponteareas, llegan las castañas. Por eso en este sábado nos hemos desplazada hasta la famosa Carballeira de Xan Xusto, en los aledaños del río Lérez, en cuyas riberas abundan los los castaños.

Comenzado la ruta del PRG 29 en lo que queda del antiguo balneario rural de San Xusto cuya fuente de  salutíferas aguas sulfurosas sigue manando, emprendemos la marcha por este sendero que discurre en sus primeros tramos por la orilla izquierda del río Lérez. A pesar de las marcas y el GPS se nos hace difícil dar con el camino por lo abandonado que está este sendero. Después de dar unas cuantas vueltas encontramos el «carreiriño» que, monte arriba, nos lleva a la zona de castaños en la que los que nos han  precedido ya han dado buena cuenta del erizado fruto, pues apenas queda para llenar un par de bolsas.

De todas maneras esa pequeña decepción queda compensada por la extraordinaria hermosura de estos parajes en los que, acompañados por el rumor de las aguas del Lérez que corren allá abajo, caminamos entre la frondosa floresta de ribera, añosos troncos tapiados de musgo, pequeñas cascadas, menudos arroyos que de precipitan juguetones hacia el río grande y cuyo paso nos obliga a efectuar verdaderas piruetas.

A un enorme tronco tendido sobre en el estrecho caminito por el que hemos de pasar le sale un cuerno, resultado de  una rama desgajada quizá por una borrasca, con el que nuestro querido Eduardo, con su andar decidido y brioso , tropieza siendo tal el dolor que se ve obligado a caminar casi cojeando soportándolo con entereza durante toda la jornada. En fin, gajes del oficio, de este oficio de senderear que, aunque nos da muchas satisfacciones, también esconde sus riesgos.

Regresamos al río Lérez atravesando el  puente romano que, a lo largo de una calzada también romana, nos lleva hasta la cercana aldea de Fentáns conocida por los varios enclaves en los que se han descubierto varias estaciones de petroglifos ahora en un estado de lamentable abandono. Casi tocando con esta zona está la estación arqueológica de Campo Lameiro que ha sido restaurada recientemente siendo muy recomendable su visita.

Paramos en la ermita de Sª Mª de Lixó para reponer fuerzas y continuamos a través de un tramo de unos 2 Km. casi impracticable, debido la maleza que ha invadido el sendero, en algunos sitios  tojo cuya altura y espesor ralentiza la marcha de manera insufrible obligándonos a desbrozar el camino con nuestros palos y bastones.

Habiendo salido casi de milagro de tan incómoda espesura, regresamos a la calzada romana y volvemos por el mismo tramo de venida renunciando, dada la hora,  a completar el bucle del PRG 29.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
7,270 Km. 3 h. 17 min. Media Nublado 

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Trío de ríos

Llegaron las lluvias y con ellas nueva vida para los ríos cuyos cauces, hasta hace poco casi secos, recobran ahora la alegría y la fuerza de sus aguas fluyendo generosas  en rápidos y cascadas entre la hermosa floresta de otoño vestida de ocres, añiles y amarillos.

En estos pequeños ríos por los que ha transcurrido nuestra caminata de hoy es aún más patente el cambio que supone la llegada del tiempo lluvioso que en en los grandes en los que la mengua del caudal no es tan dramática.

O Rego Maior, O Regato do Portiño y O Río Trasmil son los nombres de estos arroyos que en tiempos pasados proveían de la necesaria energía a los numerosos «muiños» que jalonaban sus riberas.  Estos ríos o regatos suelen tener varias denominaciones según el tramo en que se encuentren, Campolongo, A Cova, Sidral y alguno más.

Tienen su nacimiento en los montes de Cotorredondo, cerca del lago Castiñeiras, un hermoso lugar, parque forestal muy concurrido cuando el tiempo lo permite, con mesas de piedras y asadores en los alrededores del lago y la sombra  de sus numerosos castaños bien agradecida cuando en el estío protege de los rigores del sol.

Hemos comenzado la caminata en San Adrián de Cobres, siguiendo el PRG 102 , en continuo ascenso todo por la orilla del río en cuyo curso se alzan los 35 muiños que en otro tiempo proveían de harina a sus ribereños. La mayor parte han sido restaurados y se conservan en buen estado. Al alcanzar el último de estos ingenios nos desviamos hacia el lago Castiñeiras en cuyas inmediaciones nos detenemos para restaurar con alguna fruta las energías gastadas hasta el momento. Seguimos, ya cuesta abajo, por el regato de O Portiño y un poco más adelante por las riberas del río Trasmil, también bordeado de muiños pero sin restaurar, abandonados a las inclemencias del tiempo, sus viejas paredes  de piedra cubiertas de musgo y vegetación.

Se acaba la marcha por el río en un viejo puente pasado el cual no tardamos en llegar a otro más moderno bajo a AP-9 y de allí a la PO-554, ya en Vilaboa, en cuyo restaurante «Casa Enrique» damos cuenta del consabido menú del día.

Bajo uno más de los frecuentes chaparrones de la jornada, emprendemos el regreso saliéndonos de la carretera para enfilar de nuevo el PRG 106 que nos lleva a las antiguas Salinas de Ulló, de las que hay cumplida referencia aquí, en Sendereando. La marea está bien alta y las aguas las cubren casi hasta el borde de sus muros. Seguimos por el hermoso sendero que bordeando el mar finaliza en Larache para seguir por un breve tramo de carretera hasta el punto de partida.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,750 Km. 6 h. 10min. Media Lluvioso 

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Vigo – O Porriño

Hace 5 años, cuando aún vivía nuestro inolvidable guía y amigo Adrián y conducidos por él, hicimos esta caminata. En este lunes de octubre la hemos vuelto a hacer echando de menos su presencia y liderazgo y guiándonos por la ruta previamente diseñada en el mapa topográfico y bajada a nuestro GPS, aprovechando las nuevas tecnologías que a nuestro Adri no le hacían falta. Con él las marchas eran «a capela», guiado por su excepcional sentido de la orientación y el exhaustivo conocimiento que tenía de la zona.

Aunque cuando se sale o se entra en las grandes poblaciones hay que contar con que habrá que superar largos tramos de asfalto, en el caso de Vigo sorprende que, a partir de las inmediaciones de Beade y hasta llegar a los alrededores de O Porriño, apenas si hemos tenido que caminar sobre el duro pavimento.

No deja de llamar la atención que Vigo, que es la ciudad más grande de Galicia, populosa e industrial, encierra su casco urbano entre Cabral y Samil, desparramándose hacia el mar y rindiéndose a su bellísima ría por su lado noroeste y transformándose hacia el sur en un paisaje rural salpicado de pequeños núcleos de población entre los cuales abundan bosques y ríos por los que se puede caminar hasta la villa del Louro sin apenas pisar asfalto.

Partiendo del barrio de Las Traviesas y llegando al parque de Castrelos y al siguiente barrio de Castreliño, no tardamos en llegar a Beade y, con el panorama urbano a nuestra espalda, seguimos la marcha a través de los estrechos «carreiriños» que cruzan fincas y tierras de labor, para continuar monte arriba por la senda del río Eifonso, algo recuperado después de la larga sequía de los pasados meses, precioso paraje, que recorre un tramo de su ribera hasta la ermita de San Cibrán para seguir entre pinares hasta el lugar de Marcosende y desde allí, por el GR 58, ya en pleno descenso hacia el valle del Louro, atravesando hermosos bosques de abetos azules, no tardamos en llegar a San Miguel de Pereiras, aún en el municipio de Mos donde, otra vez en el asfalto, comienza la aproximación a nuestra meta, en O Porriño.

Ya en pleno casco urbano, admiramos una vez más la atractiva estampa de su monumento principal, la Casa Consistorial, obra de su hijo predilecto Antonio Palacios y continuamos hasta la avenida de su mismo nombre. Allí detenemos nuestra marcha para disfrutar en el restaurante «Compton» de una magnífica y económica comida regada con un excelente rioja que restauran nuestras menguadas energías y alegran aún más el habitual buen humor de estos caminantes.

Son las cuatro y media cuando llega el autobús que nos llevará de regreso a la gran ciudad. Como propina a la estupenda jornada de este lunes reemprendemos la marcha por la Senda del río Lagares para llegar, al cabo de una hora escasa, al punto de partida.

Vigo desde Bembrive con los montes del Morrazo al fondo

Vigo desde Bembrive con los montes del Morrazo al fondo

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
26,480 Km.  7 h.  10 min. Fácil Nublado 

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Ruta Verde del Ribeiro Tramo 2

Hemos observado, entre el asombro y la sorpresa, que en los siete días que separan nuestra caminata de hoy de la del lunes pasado la enorme extensión de viñedos repletos de uvas hace una semana ha sido vendimiada casi en su totalidad. Apenas si quedaban aquí y allá unos cuantos vendimiadores acarreando los últimos racimos.

Una vez bien entrado el otoño veremos cómo el verde intenso que cubre ahora los valles del Avia y el Arenteiro se habrá tornado en los preciosos ocres y amarillos que dan a los viñedos tan hermoso aspecto hasta que el crudo invierno los despoje de su otoñal vestidura.

Iniciamos la marca en Gomariz, al lado de una de las numerosas bodegas que hay en la comarca para seguir hacia Pazos de Arenteiro por caminos y calzadas que nos llevan por la ribera del río Arenteiro hasta esa parroquia declarada Conjunto Histórico con sus Casas Grandes y sus construcciones paciegas que junto con su preciosa iglesia conforman un lugar digno de ser visitado.

Dejamos atrás Pazos para adentrarnos, monte arriba, en lo que queda de la aldea abandonada de Viñoá, de la que solamente quedan los muros de mampostería de las antiguas casas en cuyo interior crece la maleza y hasta árboles de cierta envergadura. Muros cubiertos de musgo que albergaron en el pasado robustas construcciones rodeadas de tierras de labor de las que no queda ni rastro, invadidas por la arboleda.

A poco más de dos km. nos topamos con Lebosende y, a menos de uno, alcanzamos el caso urbano de Leiro, cabeza del municipio que domina esta comarca. Atravesando el hermoso parque en la ribera del Avia, cruzamos la carretera y llegamos a San Clodio en donde ya estuvimos la semana pasada, entrando de nuevo en el restaurante O Mosteiro que, una vez, más nos ayudó a restaurar energías con un apetecible menú.

Dejando a nuestra espalda el monumental monasterio, acometemos la pista que nos lleva, entre pinares y viñedos, hasta la parroquia de Gomariz, con su hermosa iglesia de pórtico románico, muy cerca del lugar en donde hemos iniciado la caminata de este lunes.

Vista de Gomariz

Vista de Gomariz

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
16,210 Km. 4 h. 10 min. Fácil Soleado 

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