Ruta da auga e da pedra

En límite noroeste de la ciudad de Pontevedra se encuentra el municipio de Poio conocido sobre todo por su monumental monasterio regentado por los frailes mercedarios. Un poco más arriba, en el lugar de Sartal, dejamos los coches y comenzamos nuestra ascensión al monte Castrove  desde el que se divisan espléndidas vistas de la ría de Pontevedra mirando al oeste, de la ría de Arousa al norte y del valle del Salnés si se mira a levante.

Después de pasado el campo de golf de Meis, siempre descendiendo, llegamos hasta la Ruta da Pedra e da Auga un bellísimo recorrido que partiendo de Barrantes sigue río arriba hasta llegar al monasterio de Armenteira.  El frondoso bosque de ribera conforma hermosísimos parajes a lo largo del cuidado sendero. Una idea de la variedad de especies que crecen en ambas márgenes del río Armenteira la da este párrafo que he copiado y traducido de uno de los paneles:

En las riberas de los ríos del sur de Galicia existe una importante vegetación compuesta por árboles que necesitan una gran cantidad de agua para vivir y que dan mucha sombra. Entre las especies de mayor tamaño que crecen en estas zonas y que necesitan un alto grado de humedad en sus raíces la principal protagonista es el aliso pero también se encuentran otros árboles como los sauces, fresnos, robles o castaños. En las orillas de nuestros ríos también crecen otras especies arbóreas como avellanos, aladiernos (sanguiños) o estripeiros. También pueblan nuestras riberas otras especies más pequeñas, trepadoras como las lecherinas, corriolas, uvas de can (Tamus communis) y lúpulo que se enmarañan o suben por las otras especies vegetales que a su vez se engarzan en las zarzas que tienen espinas. Los bordes de los ríos están repletos de hierbas y pequeñas plantas silvestres como las arenarias, lecherinas, botones de oro, pelícanos, violetas, prímulas, fresas, escordios, digitales, ficarias, en ocasiones algún que otro guindo y muchos juncos. Los helechos que por lo general habitan zonas húmedas también crecen cerca de nuestros ríos como ocurre con el helecho macho, el helecho hembra y el helecho real.

Una vez llegados a Armenteira, reponemos fuerzas en el bar que hay a lado del monasterio y seguimos monte arriba hasta volver al campo de golf  antes citado para retomar la ruta que nos lleva al sitio de comienzo.


Comienza la ascensión por el monte Castrove. Un tramo de la senda que lleva a Barrantes.


La piedra de la viejas fuentes y antiguos lavaderos da nombre a la ruta.


Una recreación más o menos afortunada de la aldea do labrego. A la derecha, un rústico e ingenioso asiento de piedra.


Pasado el puente sobre la carretera, río arriba hacia Armenteira, el río se hace más agreste.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 27 Km. 6 h. 15 min.
Media/Alta
Nubes y claros

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Lo que va de ayer a hoy

Una vez más nos hemos decidido a darle un repaso a esta ruta que con el nombre Patrimomio de Ponte Sampaio fue inaugurada hace dos años en estas fechas  por el alcalde de Pontevedra. Como suele ocurrir, una vez hecha la foto de los personajes y personajillos que estaban en el machito por aquellas calendas, la hermosa ruta elogiada por los próceres que seguramente recorrieron de forma simbólica unos cuantos metros animando al vulgo espeso y municipal a practicar el sano ejercicio de patear sus 15 km. , la hermosa ruta digo, comienza, sin dejar de ser hermosa, a perder las marcas que orientan al senderista al tiempo que tojos, maleza y árboles que las tormentas han derribado se van apoderando del camino hasta que la desidia de aquellos que tienen la responsabilidad de mantenerlo en condiciones aceptables convierta la ruta en impracticable como ocurrió con aquella prácticamente desaparecida, el PRG 48, de nombre Entre rías, que iba de Ponte Sampaio al monte da A Fracha.

Esto que antecede se refiere al ayer cercano, a lo que va desde esos dos años desde su estreno hasta hoy. Hay otro ayer más lejano del cual quedan algunos testimonios que se encuentran a lo largo de la ruta. Lavaderos, algunos aún en uso, que ostentan los denostados símbolos del régimen anterior, con sus haces de flechas y sus yugos ajenos todavía a la inquina de la llamada memoria histórica obsesionada con borrar todo vestigio de la oprobiosa dictadura.

Aún existe un ayer todavía más remoto del cual apenas quedan vestigios. Son los antiguos puentes románicos o los viejos pontillones , excelentes muestras de la ingeniería rural hoy sustituídos por otros de estética funcional, de fría apariencia y práctica factura.

Pues pensando en el ayer, en el hoy y en el mañana, me vienen a la memoria quellos versos de Antonio Machado: Hombre de España: ni el pasado ha muerto/ni está el mañana -ni el ayer- escrito.

Pues eso, que todo es relativo. Que lo que ayer nos parecía estupendo hoy es deleznable,  lo que se consideraba hermoso hoy no está de moda  y lo que era útil  antaño hoy no sirve.

En fin, reflexiones surgidas a lo largo de los casi 15 Km. de este  interesante itinerario entre muiños, hórreos, tierras de labor, pinares, ríos y riachauelos que van a dar a la mar , la mar de Ponte Sampaio, que demuestran que andar no solamente es un sana práctica aconsejable para la salud del cuerpo sino también para la de la mente  que ejercita la imaginación y el pensamiento.


EL viejo puente del que solamente queda la foto ha sido sustituido por esta pasarela de chapa y cemento.


Aún se conserva el viejo molino pero el antiguo pontillón ha cedido su oficio al moderno puente.


Los viejos lavaderos resisten a las lavadoras y secadoras automáticas. El de la derecha todavía conserva el haz y las flechas de la postguerra.


Este de la izquierda lo emborronaron pero en la fuente de la derecha se mantienen como el primer día.

Distancia Duración Dificultad Tiempo
Datos de la ruta 14,3 Km. 4 h. 40 min. Media Lluvia

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PRG 98: La magia del otoño

Hace poco más de siete años, en marzo de 2003, los andariegos de la Caminata Sabatina habíamos pasado un fin de semana en el Núcleo Rural de Rabacallos, un par de casas rurales situadas casi en la orilla del río Sil. En aquella ocasión hicimos un recorrido por los alrededores de Parada de Sil, sin ruta definida, disfrutando de los hermosos paisajes que las riberas del Sil nos ofrecían en aquella incipiente primavera. Ahora hemos hecho la ruta del PRG 98, inaugurado en 2008, por lo que aún está en perfecto estado tanto en lo que concierne a la señalización como a su mantenimiento.

Es esta una de las rutas más atractivas y hermosas que hemos hecho hasta la fecha y ya van unas cuantas. Aunque la niebla veló durante algún tiempo la espectacular panorámica del cañón del Sil a su paso por estos parajes, revistió a estos bosques, de inmensos castaños y abundantes madroños, de un ambiente casi mágico, lleno de encanto, en esta mañana otoñal en la que los rayos del sol se filtraban tímidamente entre las copas  doradas y ocres de los viejos castineiros.

El camino es, en su primer tramo,  una continua ascensión por senderos y carreiriños, alfombrados con la hermosa hojarasca caída de los castaños, frecuentemente coloreada con los rojos frutos de los madroños. Culmina la subida en los llamados Balcones de Madrid, un mirador sobre el Sil cuya vista llega hasta las tierras de Monforte.

Según he oído contar, el nombre de este sitio se debe a que era aquí en donde despedían a los muchachos que, iban a pie hasta  la villa de los Lemos para tomar allí el tren  a Madrid donde se ganaban la vida vendiendo barquillos en los parques y alamedas. Parece ser que la mayor parte de estos barquilleiros procedían de Parada de Sil, a pocos kilómetros de este lugar.

A poco más de 6 Km. , zigzagueando por monte bajo al principio y volviendo a los frondosos  bosques de castaños después, llegamos al monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, un precioso cenobio que con el de San Pedro de Rochas y el de San Estebo compone el extraordinario trío de monasterios de la Ribeira Sacra.

Ya de vuelta, pasamos por la capital del concello de Parada de Sil en cuya Plaza del Barquilleiro se levanta el monumento construido a la memoria de aquellos sufridos emigrantes. Ya quedan pocos kilómetros para regresar entre pequeñas aldeas y bosques encantados a nuestro  punto de partida en Rabacallos, donde nos espera un contundente cocido que devolverá a nuestros cansados esqueletos las energías gastadas durante este precioso recorrido.