Río da Fraga: torrente de belleza

Sábado, 11 de Marzo de 2006
Adrián, Celia, Carlos, Eduardo, Emilio José, Jaime, José, María, Mari Charo, Mercedes, Pili Carballo, Sita

Recorrido: 16 Km.
Duración: 3 h 30 min

Dificultad: Media/Alta
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Corcel de agua y espuma
El río, aún joven, se precipita rocas abajo como un potro joven, pletórico de bravura y de fuerza en su piel brillante de agua y espuma. Así es el Río da Fraga o Dos Ladróns. Atraviesa de norte a sur las tierras de este municipio, conformando la frontera natural entre las parroquias de Meira y Moaña, en cuya playa Da Xunqueira entrega su torrente a las aguas del “mare tenebrosum” de los antiguos que en la bahía de Vigo es aún luz y calma. Aquí, frente a esta playa, hemos comenzado el recorrido que tiene su inicio en un pequeño parque detrás del cuartel de la Guardia Civil.

Entramos en la fraga
Dejando atrás el primer tramo urbano, nos adentramos, atravesando un rústico puente, en la fraga donde el río Dos Ladróns es amo y señor. Ya adornan sus riberas las encantadoras prímulas que son como el tímido anuncio de la primavera que ya está al caer. Chapotean nuestras botas en las húmedas brañas, entre las frescas leiras de hierba verde y brillante bajo el fino orballo de la mañana.

Historias de antaño
Ya estamos en la senda de los “muiños”. Son veintinueve los que jalonan las riberas de este río, fuente de energía y de vida en tiempos no muy remotos. Testigos de de historias de sacauntos y meigas, de chismes y de amores, mientras sus muelas giraban al sonsonete del tarabelo. Algunos, restaurados, están en condiciones de funcionar, otros, la mayor parte, son románticas ruinas, desoladas paredes de piedra que el musgo y el tiempo han cubierto con el tapiz verdeoscuro del olvido.

El río agradecido
Rústicas mesas y bancos en los claros del bosque nos esperan para cuando el calor y el sol nos inviten al descanso. Puentes de madera, escaleras cavadas en las rampas, barandas en los pasos difíciles, terrazas para disfrutar estos parajes de increíble belleza, son los regalos que nos hace el río a los que lo disfrutamos, lo miramos, lo admiramos.

Los invasores
Dos invasores vegetales y otro de hormigón acechan en la fraga. Acacias y eucaliptos se abren paso entre los ameneiros, salgueiros, carballos, castiñeiros y loureiros que son la población autóctona de la fraga. Pero otros de hormigón, los pilares de impresionante altura del reciente “corredor del Morrazo” parten la fraga por el medio y se asientan intratables y duros en la floresta, arrasando a su paso a cuanto ser viviente se interpuso en su camino. Solamente el bravo corcel, pasa bajo su inmenso pórtico de cemento, casi en silencio, perdido su coraje, para recuperarlo una vez que alcanza la perdida fraga.

La calma
Entre cascada y cascada, el río descansa, recupera fuerzas mientras se desliza en una aparente calma por las suaves pendientes, en pequeños saltos. Su fluir es ahora lento y horizontal, sus aguas acarician las viejas piedras cubiertas de musgo, el enorme troco que el rayo tronzó y arrojó sobre su cauce, viejos molinos que perdieron su “levada”. El río es ahora un dulce murmullo, la fraga un tibio rumor.

La furia
Río arriba, el río rejuvenece, remonta los rudos desniveles, baja alegre precipitándose en las rocas relucientes de agua y espuma, rebota sobre las enormes piedras, las lajas cuya piel de granito brilla cuando el agua es una lámina o se infla de blanco cuando la espuma borbotea sobre la dura roca. Aquí es el ruido y la furia, el estruendo de cien corceles que galopan río abajo, llenos de fuerza, energía y belleza. Ya hemos llegado al tramo de las cascadas, el tramo final que nos acerca al nacimiento del río.

Principio y fin
Dejamos al río niño, y siguiendo monte arriba, enlazamos con el sendero GR 59, o “Roteiro ecolóxico do Morrazo”, pasamos por la zona de recreo de O Beque y bajamos a la fraga para retomar el tramo de los “muiños” que nos devuelve al punto de partida. Aquí el sendero se hace paseo y río se hace urbano, encajonado entre muros que lo agobian, humillado, perdida su altanera belleza de allá arriba, se deja morir, casi a escondidas en la playa da Xunqueira.