La Aunios de Plinio

Hace casi 2.000 años Plinio el Viejo ya hablaba de ella y le llamaba Aunios más tarde conocida como Ons.

Es una isla preciosa que protege la ría de Pontevedra de vientos y tempestades  hoy destino turístico en la época estival pero que durante mucho tiempo estuvo habitada por sus isleños que, como suele ocurrir, tenían poca relación con el continente.

Llegó a tener en los años cincuenta más de 500 habitantes que ocupaban las nueve aldeas que se extienden en  poco más de 4 kilómetros cuadrados. Los lugareños que allí construyeron sus viviendas y trabajaron sus fincas no son propietarios y hasta hace poco pagaban alquiler al dueño de la isla que ahora es propiedad de la Xunta de Galicia.

Los senderistas de Los lunes al Sol hemos aprovechado un barco que salía  con una excursión de escolares y nos hemos acercado a la isla recorriéndola de cabo a rabo. Como la arribada era a las once, antes de comenzar la caminata disfrutamos de un ágape especial preparado por nuestra incansable Elvira a base de empanadillas, tortilla y croquetas preparadas por ella con el bacalao que sobró del lunes pasado en Castro Laboreiro. Todo delicioso como no podía ser menos tratándose de una auténtica master-chef que domina como pocos el arte de la cocina.

Recargadas a tope nuestras baterías emprendemos la marcha por las suaves colinas que nos llevan hasta cerca de la Punta do Centolo a donde nos prohibe llegar una señal que indica que aquello es un criadero de aves. Por  este lugar cuenta la leyenda que entraba la Santa Compaña procedente de Noalla en la costa de enfrente y recorría la isla hasta desaparecer en el cementerio. Como es de día y luce el sol no hay temor a encontrarnos con tan lúgrube procesión.

Pasamos después por el Faro que, después de sus 150 años de historia, aún sigue orientando con sus destellos a los navegantes.

Unas vueltas más por los verdes campos que rodean el camping y, como ya se acerca la hora de la pitanza, regresamos al lugar de Curro. Allí se encuentra el restaurante Acuña que ha preparado para nosotros el pulpo tradicional de la isla y un arroz con marisco al que hay que llegar puntual para que no se pase. Todo muy rico, regado con un mencía de Valdeorras invitación de nuestra querida Silvia que cumple un año más sin que se le note. Brindamos porque cumpla muchos más  y regresamos al camino, que aún nos quedan unos cuantos kilómetros para rematar la jornada.

Todo lo que ahora son prados y monte bajo fueron en tiempos pasados campos de maíz y forraje para el ganado con  que los isleños completaban los magros ingresos que obtenían de la pesca del pulpo y otros trabajos del mar.

Visitamos el cementerio en el que nos sorprende la cantidad de sepulturas de niños y bebés lo cual se explica por la falta de médico que siempre hubo en la isla.

Siguiendo por la costa frente a la isla Onceta no tardamos en alcanzar O Buraco do Inferno, una profunda sima en cuyo interior en tiempo de tempestad pueden oírse los lamentos de los condenados.

Ya se va aproximando la hora de regresar al barco así que, dejando atrás tan siniestro lugar, caminamos entre intenso el amarillo del tojo que cubre esta parte de la isla para adentrarnos de nuevo en los verdes campos  por los que se extienden las diminutas aldeas y volver a Curro, en el puerto, donde nos espera la embarcación que nos llevará de vuelta a la ciudad de Vigo.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
17,80 Km. 4 h. 31 min. Baja Nublado

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

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