Sin José por los montes de Cuntis

Nos fuimos este lunes a patear los montes de Cuntis sin José, mas de su mano, que suya era la ruta.

Meteo Galicia pronosticaba lluvia para toda la mañana, así que yo iba provisto de paraguas, chubasquero blanco y, dentro de la mochila, la manta, ese híbrido de poncho e impermeable de planta cuadrada que va recogiendo toda el agua precipitada para volcarla a los pies de uno sin que nada, nada traspase.

La ley de Murphy se cumplió una vez más, aunque a nuestro favor. No llovió. Bueno, sí. Llovió una irrisoria poalla testimonial, casi imperceptible, durante los últimos quinientos cincuenta metros nada más, cuando ya nos daba en ojos el barrio de Campo, extrarradio de Cuntis, donde había empezado nuestra aventura.

Fue el asentamiento castrexo de Castrolandín lo primero reseñable que encontramos, con sus hermosas vistas a la villa termal. Desde allí comenzamos a penetrar la rica floresta cuntiense. Abundancia de carballos, castaños, ameneiros y pinos. No faltaron los eucaliptos, de tiempo atrás posesionados de nuestro territorio de manera parece que irreversible.

Alternaba la cuesta arriba con algunas agradecidas bajadas, siempre en compañía de nuestros árboles, hasta llegar el primer desencuentro con la ruta. Estábamos sobre ella, pero era problemático abrirse paso. Optamos por el camino más fácil, siguiendo la dirección correcta ya que no la ruta prevista.

Próximos a coronar la subida más larga del día, dimos con una vía alternativa que, en pronunciado descenso, nos permitía reconectar con la ruta. Así comenzó la momentánea separación de efectivos que se resolvió pocos kilómetros después con el feliz reencuentro de toda la compañía al cruzar el rego da Bandeira.

No mucho después reponíamos fuerzas con la dulce aportación de Elvira, poco antes de decidir no alargarnos hasta el castro de Arcos. Retomada la marcha, llegamos a avistar la laguna de Zoo, acompañada de algunos aerogeneradores de ominosa presencia. Siendo este el punto más alto de nuestro recorrido, la fuerza del viento se hacía sentir.

Con un giro de noventa grados a la derecha empezamos el descenso. Quiso la ruta esconderse una vez más, detrás esta vez de un sinfín de plantones de eucalipto que, sin embargo, no consiguieron desanimarnos de buscar el camino que no tardó en aparecer.
Recuperamos la compañía de los árboles que más queremos y, al poco, salió un tramo del camino inundado y, en apariencia, imposible de superar. Hizo falta sacar lo mejor de nuestro espíritu aventurero, remover las piedras incluso, para superar aquel nuevo obstáculo. Hicimos lo que teníamos que hacer. Faltaría más.

Más abajo cruzábamos el río de Campo la primera vez y tras una vivaz bajada, que a ratos se apuraba por lo pronunciado de la pendiente, volvimos a cruzarlo.

Más adelante cruzamos el río da Patela cerca de la Fervenza Campaiñas. Más adelante aún, y con menor pendiente, cruzamos tres veces el rego do Pazo y, teniendo ya Cuntis a la vista, nuevamente el río da Patela, a unos cientos de metros del final.
Tras conducir hasta Caldas, comimos muy a gusto en el restaurante Castro.
Texto y vídeo de Jaime Saiz

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
19,001 Km. 5 h. 38 min. Media Nublado 

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

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