Ni cuestas, ni lluvia, ni viento. Suenan nuestras pisadas en la soledad del monte, horadando el silencio levemente adornado por el susurro de la amorosa brisa. Brillan las acículas de los pinos perladas por el rocío de la mañana incipiente.
«Y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece…» La tierra y el paisaje no son los mismos, ni siquiera la hora del día en que el poeta va «soñando caminos de la tarde», pero estos versos de D. Antonio Machado nos invitan a soñar en la mañana mientras caminamos a lo largo del hermoso sendero que acompaña al río Tea y se pierde entre el monte y la ribera, en la lejanía.
Antes y después del río, nuestra caminata es un paseo alternando los estrechos carreiriños que zigzaguean entre los campos de labor y los caminos forestales alfombrados de hojarasca entre los pinos que parecen levitar sobre el suelo cubierto por el ocre intenso de los helechos.
Y así, con el ánimo gozoso y el talante dicharachero que va generando la alegre caminata, llegamos a la villa de Salvaterra de Miño en cuyos alrededores se encuentra O Noso Eido, un estupendo restaurante en donde nos espera un auténtico festín.
Deslumbrantes fuentes de chocos a la plancha del tamaño de un puño que son un regalo para nuestros paladares, seguidos de un impagable churrasco, rematados ambos con una selección de golosos dulces, todo regado con Joaquín Rebolledo (Gracias, Antonio), un mencía de Valdeorras que merece todos los respetos precedido por otro de la misma cepa, obsequio de nuestro gran José Luís, cosechado y elaborado por él en sus tierras de Rebón, un mencía carmesí, de plácido trasiego, moderado en sus grados, de sosegado pasar, muy apropiado para disfrutarlo en amistosa compañía.
Después de tan agradable velada que nos tuvo durante casi tres horas disfrutando de tan exquisitos manjares y amena conversación, regresamos a nuestros andares por tierras de Salvaterra, en plena comarca del Condado, paraíso de los blancos caldos, oro líquido en tazas y copas, cuya fama y prestigio trascienden nuestras fronteras.
No lejos del sitio en donde el Tea entrega sus aguas al Miño, rodeando los extensos viñedos de la finca de Fillaboa, entramos de nuevo en los pinares para alcanzar, al cabo de unos pocos kilómetros, el punto en el que iniciamos esta grata y apacible jornada.
- Verdes praderas
- El Tea cerca de la villa
- El Tea
- Restos de un muiño
- Se pesca con «risga»
- Socabón en el Tea
- El restaurante
- San Salvador de Nogueira
- La cosa va muy bien
- Los calamares
- Estacada de lamprea en el Tea
- El Tea en Fillaboa
- En el puente
Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
23,520 Km. | 6 h. 50 min. | Fácil | Nubes y claros |
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La Musa sigilosa susurró al oído del caminante y beso su trémulo poema.Saludos de Antón.
Magnifico el vídeo , por su calidad y la manduca