El millón es un número un tanto especial que se usa, sobre todo coloquialmente, para enfatizar ciertos asuntos.
¡Un millón de gracias! exclama el alma agradecida.
¡Te lo dije un millón de veces! increpamos al niño desobediente.
«Un millón para el mejor» causó furor en la tele de los años sesenta. Un millón de pesetas, claro.
Pues un millón de miradas es lo que debería haber encabezado los «Números del 2018» ya que en el pasado diciembre fue superada la barrera del millón de visitas a esta revista de andarines que es Sendereando.
Y aunque un millón no es más un simple número, no por eso deja de hacernos ilusión que a lo largo de estos años un millón de miradas se hayan posado sobre los avatares, andanzas e inquietudes de los que hacemos Sendereando.
Aprovechamos esta circunstancia para daros un millón de gracias a todos los que nos visitáis con el deseo de que sigáis con nosotros por muchos años.
Y ahora vamos con la andaina de ayer.
Siguen los días claros y frescos de estas últimas semanas. El cielo de un azul impecable, el aire transparente y la luz clara y deslumbrante del sol magnifican la austera belleza de ríos y montes a los que el riguroso invierno ha despojado del oropel con el que el benévolo otoño adornaba riberas y arboledas.
Pero aún así no nos podemos sustraer al reclamo del imponente Umia, uno de los grandes de la provincia, en cuyo paso por Vilar do Mato iniciamos nuestra caminata. Con las primeras luces de la mañana, aún medio oculto el astro rey, bajan sus aguas de un azul oscuro con bordados de blanca espuma sorteando las grandes piedras que se asientan en su cauce para desaparecer entre la arboleda y surgir más adelante como un enorme espejo de aguas casi quietas que reflejan calma y serenidad.
Pasado O Ponte do Ramo, abandonamos el río y nos acercamos a la iglesia de Cequeril, solitario templo a estas horas rodeado de viejas sepulturas y algún que otro monumento funerario de fina labor de cantería rural. No lejos se encuentra la roca en la que nuestros antepasados de la Edad de Bronce dejaron su testimonio en forma de petroglifos que apenas si se insinúan en la abandonada roca que les sirvió de soporte.
Caminamos ahora hacia el monte de O Rañadoiro, comienzo de la larga ascensión que nos llevará hasta el Monte Cávado, a unos 800 m de altitud. Sopla una fresca brisa sobre su pelada superficie de monte bajo, tojo y matorral, sobre la que resplandece la bóveda celeste de un azul sin mácula.
Desde ahí comienza el descenso hasta el valle en el que se asienta Montillón de Arriba cuyo atractivo más interesante en Casa Verdura, bien conocida por estos senderistas por su espléndido cocido, aunque en esta ocasión nos hubimos de contentar con una agradable sopa de fideos y un estofado de ternera que nos dejaron satisfechos. Los vinos, riojas y mencías, de alto rango, fueron invitación de nuestra querida andarina y compañera de fatigas Mari Carmen que así celebraba su cumpleaños tan lozana y alegre que parece que los años no pasan por ella.
También es de destacar la imposición de otra medalla de oro, simbólica eso sí, al campeón de Los Lunes al Sol, versión 2017, nuestro entrañable Moisés.
Y así, después de tanta fiesta, reemprendemos el camino de regreso, entre congostras y corredoiras, también por algo de pista forestal, hasta dar con el punto de inicio de la estupenda caminata de este lunes.
- El Umia en calma
- Rápidos del Umia
- Iglesia de Cequeril
- En Monte Cávado
- Cielo impoluto
- Hojarasca
- Montillón de Arriba
- Brindis por la cumpleañera
- Cumpleaños feliz
- Campeón del 2017
- Casa Verdura
- Un amigo más
Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
21,140 Km. | 6 h. 38 min. | Media | Soleado |
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