Hace casi 2000 años…

Pues sí, dentro de poco se cumplirán dos mil años desde que los últimos vecinos abandonaron el poblado que se había establecido en el Castro de Baroña, allá por el siglo I a. C. Era un castro marítimo situado en un precioso paraje, un istmo abrazado por el mar y unido a tierra firme por una estrecha franja de arena.

En sus rocosas laderas se elevan los restos de unas veinte viviendas en las que habitaron los primeros mariscadores de los que se tiene noticia por estos lares. También eran pescadores y ganaderos, pues apacentaban vacas, cabras y ovejas. No tenían agua y la obtenían de manantiales lejos del castro almacenándola en aljibes de los que aún quedan vestigios.

Trabajaban la piedra, los tejidos y el hierro.

Contra sus escarpados roquedos baten incansablemente las olas del Atlántico y desde sus alturas se contemplan las hermosas rías de Muros y Noia.

El Castro era el objetivo de nuestra caminata que comenzó en el lugar de O Campanario, parroquia de Caamaño, municipio de Porto do Son. Por cierto, lo de Porto do Son no tiene nada que ver con son de sonido sino que el topónimo tiene su origen en el latín Portus Dorsum (puerto del otro lado) en referencia al lugar geográfico que ocupa en la península del Barbanza. (¡Lo que se descubre en wikipedia!

Hemos dejado la visita al castro para el último tramo de la ruta a fin de disfrutar de lo más bonito hacia el fin de la ruta ya que el primer tramo  tiene más asfalto de deseable aunque también pasamos por pinares y fincas así como por pequeñas poblaciones que no están desprovistas de encanto para el caminante.

Poco después de pasada la iglesia de Santa María de Caamaño, no tardamos en llegar a la pista que nos lleva  por el borde del mar hasta el mirador de A Illa do Mar desde donde se disfruta de la bellísima estampa que ofrecen las olas de un intenso azul festoneadas por los rizos de blanca espuma acariciando las oscuras rocas.

Regresando a la pista que discurre paralela a la costa, nos desviamos hasta otro promontorio rocoso en el que se alza, excavada, en la piedra la ermita de Nª Sª do Carme.

Continuamos por las playas de As Seras, As Furnas y Río Maior hasta  alcanzar la de Aeralonga en cuyo extremo se encuentra el Castro de Baroña en donde nos demoramos con más tiempo para recorrer el antiguo poblado, sus muros, y los restos que recuerdan que allí hubo gente viviendo durante casi doscientos años.

Ya es hora del regresar, que las tripas reclaman algo de atención así que volvemos al interior por los pinares y campos por cuyos caminos y pistas recuperamos la localidad de O Campanario, inicio y fin de esta agradable jornada.

Desde allí nos desplazamos hasta el cercano Portosín en cuyo Club Náutico esperábamos colmar las razonables  ansias de aplacar las protestas de nuestros estómagos hambrientos.

Instalados en una agradable terraza con vistas a las hermosas aguas del puerto en las que  reposaban multitud de embarcaciones fuimos invitados a escoger nuestros platos preferidos en la elegante carta que nos presentó el atento personal de la marítima institución cuando, cual no sería nuestra sorpresa, fuimos informados de que algunos de los platos allí anunciados no estaban disponibles.

También  se puso a prueba nuestra paciencia por la tardanza en recibir el esperado condumio hasta el punto de que alguno de los comensales renunció a su ración cuando esta le fue servida después de casi una hora de espera.

Menos mal que los vinos, licores y bombones con los que nos obsequió   la esplendidez de nuestra  querida Teresa, recién incorporada a esta tropa de Los Lunes al Sol, rebajó la temperatura ambiental y alegró los ánimos de todos nosotros.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,570 Km. 5 h. 57 min. Media Sol y niebla

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.