De San Lourenzo a Coto do Home

Si el fin de semana trajo algo de lluvia, sabíamos que este lunes 21 de agosto venía avisando. Ya a las ocho y media, la temperatura relativamente alta lo confirmaba, y eso que desde el primer mirador, se veía niebla en los recunchos de nuestra ría.

Aún frescos, caminábamos con energía, aliviados al comprobar que contábamos con largos tramos de sombra. La abundancia de carballos y castaños da a estas pendientes ese verde autóctono, algo desvirtuado, eso si, por el de los más abundantes pinos, y no digamos el de los eucaliptos invasores.

Allí donde el dosel es lo suficientemente tupido, como sucede normalmente en masas de robles y castaños de copas redondeadas, la luz tamizada es amable y sugerente.

Entre pinos y eucaliptos, con tendencia a rematar en punta, es más fácil que el sol entre en cascada si, como en esta ocasión, está brillando sin nada que lo frene.

También en el camino, o en los bordes, tan intensa luz cegaba todo color, rebotando como espejos, en las piedras, los árboles, o nosotros mismos.

Donde no era así, qué felicidad apreciar los tonos de verde diferentes de unos y otros arboles, también de los matorrales, helechos, zarzas, saúcos… Y cuando la orientación era buena y la vegetación se abría a nuestra vista, qué extraordinaria cascada de azules entre los del mar embalsado en la ensenada y del cielo limpio sobre nuestras cabezas.

La persistencia del bosque nos permite librarnos de los picotazos del sol, que ya es abrasador (por fortuna, casi todos protegemos nuestras cabezas de una u otra forma) pero no de los de los tábanos implacables. A cada paso que doy, me tengo que sacudir alguno, de los brazos, el cuello, la barriga… Les atrae mi sudor.

Al cabo de unos cuantos kilómetros reorientamos nuestros pasos dando la espalda a la ría de Vigo. Seguimos disfrutando, con pocas excepciones, de zonas boscosas. O chan da Armada, con algunos restos arqueológicos y, mas adelante, el parque y curro de Lagocheiras, donde descansamos y damos buena cuenta de otro dulce de los de Elvira.

Tras cruzar el chan da Arquiña nos despedimos de la sombra y nos dirigimos en subida intensa y prolongada hasta el Coto do Home, desde donde tenemos una panorámica impecable del fondo de nuestra ría: San Simón, Redondela, Arcade y las salinas de Ulló. Bajamos en trote intenso hasta San Lourenzo, chorreantes, felices de haber completado casi diecinueve kilómetros en un día de tanto calor.

En el “Hoyo 19” del campo de golf de Domaio reponemos las fuerzas y algo más. Somos afortunados

Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
18,650 Km. 5 h. 10 min. Media Soleado 

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.