¡Ojo con el «vibram»!

En el ajuar senderístico, la pieza más importante es el calzado, o sea, las botas. Es lógico que si la actividad principal es la de andar, sean los pies los protagonistas absolutos. Caminar sobre terrenos pedregosos, empinadas cuestas, senderos que son verdaderos ríos en este lluvioso invierno, exige un calzado especialmente diseñado para este ejercicio. La botas deben adaptarse bien a la forma del pie, reforzando la puntera y  la parte del talón para evitar esguinces y torceduras y proteger el pie de piedras y otros obstáculos que con los que se tropieza a lo largo del camino.

En general, la mayoría de las botas  que se encuentran en el comercio cumplen con estos requisitos pero hay una parte muy importante de la bota que requiere una especial atención: la suela.

Dureza, resistencia y agarre son los tres requisitos que deben exigirse a esa parte de la bota. Dureza para reducir el impacto de las irregularidades del suelo, como piedras, guijarros, cantos rodados, palos, etc.  Resistencia que garantice una duración razonable y agarre que asegure su adherencia y evite los resbalones,  posibles causantes de lesiones que pueden llegar a ser importantes. Y aquí, en lo del agarre, viene a cuento lo del vibram.

El Vibram, acrónimo de Vitale Bramini, un escalador italiano de principios del siglo pasado, es un tratamiento que muchos fabricantes dan a la suela de sus botas para dotarlas  de un mejor agarre y así lo enfatizan en su publicidad. Seguramente que muchos de los que lean esto habrán visto su logotipo de grabado en color amarillo en el piso y en los bordes de sus botas.

Pues ahora viene la advertencia: ¡Ojo con el vibram! Si bien en terreno seco las suelas tratadas con vibram no resbalan, en tiempo húmedo son un peligro cierto cuando se camina sobre pisos mojados,  sobre todo si son materiales duros como piedras o losetas. Entre los componentes de nuestro grupo de senderismo hemos tenido pruebas más que suficicntes de  los resbalones que provocan las suelas tratadas con vibram.

Ayer mismo, sin ir más lejos, tanto mi amigo Eduardo como yo hemos sido víctimas de la facilidad resbalatoria de las botas tratadas con ese material. Yo salí indemne del accidente pero, en el caso de  mi amigo, la caída que le produjo el resbalón se saldó con una inflamación en el codo del tamaño de un huevo (una bursitis), acompañada de un fuerte dolor que resistió durante toda la jornada con su habitual entereza. Y menos mal que la mochila protegió su cadera,  que si no la cosa hubiera sido aún más grave.

Así que amigos senderistas, una vez más aviso: ¡Cuidado con el vibram! Al menos con el vibram de mis botas y de las de mis compañeros de afición que son con las hemos comprobado y sufrido sus efectos.


Piedras mojadas en la calzada medieval de Vilar do Mato, perfecto escenario para un resbalón casi inevitable si no se anda con mucho cuidado y se calzan botas con vibram. A la derecha, la suela con el logotipo de la  marca.

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