Por muchas que sean a las veces que visite estos parajes uno no dejará nunca de asombrarse ante la estampa que se ofrece ante su vista: la de las baterías de molinos que en número de 36 jalonan el curso del río Folón desde su inicio en A Ponte das Penas hasta su remate en las alturas en donde se encuentra con su compañero el río Picón que baja hasta el mencionado puente alimentando a su vez a otros 21 molinos con lo que suman 57 estos ingenios en los que se molía el trigo y el maíz trabajándose en ellos también el lino y la lana.
No es ésta la primera vez ni será la última que los chicos de Los Lunes al Sol nos acerquemos hasta esta impresionante muestra de lo que durante más de tres siglos fue una de las industrias molineras más importantes de la comarca.
En algunas de sus fachadas pueden verse grabadas en la piedra fechas como 1702 o 1713. También, el observador atento, encontrará cruces, llaves y otros símbolos que dejan constancia del canteiro que los construyó o de quiénes fueron sus dueños o del deseo de protegerlos contra el mal de ojo y otros siniestros augurios.
Llama la atención la estandarización de los elementos que componen estas instalaciones y que se repiten sin apenas variantes en todos los molinos fluviales que en encuentran a lo largo y ancho de la tierra gallega. O rodicio, o inferno, as moas, o pousadoiro, etc., son partes del muiño que se repiten en todos con las mismas formas y dimensiones recordando la normalización que caracterizó a la revolución industrial de la que por estos lares no se sabía nada por aquella época. Algo parecido ocurre con los hórreos gallegos que parecen también construídos bajo una norma general con muy pequeñas variantes.
Estos muiños, además de transformar el fruto de sus cosechas en harina, eran punto de reunión para sus usuarios y allegados. En ellos, mientras duraba la molienda se contaban historias y cotilleos, se cantaba, se bailaba y hasta se hacían conjuros. Eran las famosas muiñadas que fueron calificadas en más de una ocasión de fiestas infernales y por eso perseguidas por el clero y las fuerzas vivas aunque con consiguieron hacerlas desaparecer.
Del Diccionario enciclopédico gallego-castellano, de Galaxia, cito la siguiente referencia a las muiñadas:
En los molinos comunales y en los particulares, la muiñada tiene la finalidad de evitar que el molinero se quede con más maquía que la que por uso y costumbre le corresponde, y por eso acuden de noche a esperar la vez los mozos, las mozas y las personas mayores, formándose, naturalmente, las tradicionales diversiones aldeanas, en las que se canta, se parrafea, se baila, se elabora el bolo da pedra, y se cuentan cuentos entre algazara y bulla para pasar alegremente parte de la noche. Ya lo dice la copla popular tan conocida:
Unha noite no muíño,
unha noite non é nada;
unha semaniña enteira,
esa sí que é muiñada.
Estos muiños de los ríos Folón y Picón con sus casi seis decenas de ejemplares a lo largo de 3 Km. de cauce, forman un conjunto único entre los de su clase, entre los miles de estas rústicas construcciones esparcidas por toda Galicia gracias a sus innumerables ríos grandes y pequeños, inagotables fuentes de energía que durante siglos hicieron posible el funcionamiento de esta industria, básica en la economía familiar del rural gallego. Fueron declarados BIC (Bien de interés cultural) después de la última restauración llevada a cabo por el Concello de O Rosal en 1998.
Para llegar hasta aquí hemos iniciado la ruta, como otras veces, en la zona recreativa existente a la entrada de A Guarda por la carretera que viene de Baiona, desde donde parte el antiguo GR 54, ahora descatalogado pero del que aún se conservan bastantes marcas. Siguiendo las pistas forestales que nos llevan por los montes de Oia hasta el campo de tiro de A Cruz da Portela, se llega sin dificultad hasta Os Muiños do Folón. Bajamos hasta A Ponte das Penas y a no más de 3 Km. encontramos la villa de O Rosal donde nos detenemos para comer y descansar. Nuestro amigo y compañero José Luís diseñó en su aparato GPX la ruta de vuelta que nos llevó sin problemas al camino de inicio pasando por las encantadoras aldeas de As Medas y Sandián.
La zona de descanso donde se inicia la ruta con el monte Santa Trega y A Guarda al fondo. A la derecha, un indicador del GR 54.
La costa atlántica desde los montes de Oia. A la izquierda A Guarda y a la derecha Cabo Silleiro.
El mirador de A Cruz da Portela. En plena marcha camino de San Martiño.
El grupo de los lunes con el río Folón al fondo.
Batería de muiños. A la derecha, entrando en O Rosal.
Cruceiros, simples cruces y otras expresiones de la piedad popular como los petos de ánimas abundan en el rural gallego. Éstos los hemos visto en As Medas y Sandián.
Distancia | Duración* | Dificultad | Tiempo | |
Datos de la ruta | 25,36 Km. | 8 h. 15 min. | Media | Sol y nubes |
* Tiempo en movimiento: 7 h.
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Nota: Para ampliar, hacer clic en las imágenes.