Era noche cerrada cuando salimos de Vigo. Pasado el puente de Rande, una tímida luz surgiendo lentamente tras los montes del Galleiro comenzaba a teñir de rosa las difusas nubes que cubrían la ensenada de San Simón. Es que el otoño avanza y los días se hacen cada vez más cortos. Cuando inciamos la ruta, en la parroquia de Merza, en Vila de Cruces, ya luce espléndido el día en esta mañana de noviembre de templada temperatura, casi primaveral.
Entre pinares y carballeiras no tardamos en llegar al río Deza que vadeamos por A Ponte do Demo, muy cerca del monasterio de Carboeiro que con la Fervenza do Toxa conforman los máximos atractivos de la comarca. El primero, una joya del románico que, habiendo sido abandonada tras la desamortización de Mendizábal en el XIX, fue restaurada a mediados del XX conservándose la arquitectura del templo y de algunas dependencias monacales y la segunda, un monumento de la naturaleza de increíble hermosura.
Dejamos el monasteiro bajando de nuevo al Deza que lo rodea por la parte de su ábside, recorriendo ese tramo del río, un paraje lleno de encanto y belleza, las aguas del ancho Deza fluyendo alborotadas entre la frondosa floresta por la que es fácil imaginar a aquellos frailes del medievo, orando y laborando, cumpliendo la regla de la orden cisterciense, ora et labora.
Entramos ahora en campo abierto, el que se extienden las numerosas praderas propias de estas tierras de ganaderos, atravesadas por el enorme viaducto del tren cuyo perfil nos acompañará durante toda la jornada, pues es visible desde los cuatro puntos cardinales.
Pasado Martixe de Abaixo, que es donde se eleva la citada estructura, no tardamos en alcanzar las orillas del río Toxa desde cuyo mirador se contempla el nacimiento de su impresionante cascada que se despeña casi en vertical, desde una altura de 30 m. sobre el cauce del río que desde esta atalaya se ve allá abajo, perdido en el fondo de la profunda vaguada que forman los montes entre los que fluye el Toxa.
Bajamos a la acequia que conduce las aguas a la central y que nos lleva a la pista que discurre por el interior de un maravilloso bosque. Entre castaños, robles, alcornoques y muchas otras especies, llegamos al mágico enclave en el que la fervenza arroja sus aguas al cauce del río.
Sigue la senda río abajo entre grandes rocas cubiertas de musgo y espesa vegetación hasta el encuentro del Toxa con el Deza cuyo puente atravesamos para adentrarnos en la zona habitada de Merza en cuyo restaurante O Refuxio nos atienden muy bien y por un módico precio nos dispensan un excelente yantar.
No lejos del restaurante se encuentra el río Orza que vadeamos para entrar en las tierras de Brea en cuyo entorno se encuentra el restaurado poblado minero de Fontao . Allí, en los años de la Segunda Guerra Mundial, se vivió con frenesí la fiebre del wolframio que nazis y aliados pagaban a precio de oro para emplearlo en la fabricación de sus tanques y cañones.
Hoy los pabellones están habitados, la iglesia y la escuela han sido reconstruidas y el cine transformado en museo. Allá abajo, entre los montes, quedan las antiguas minas del wolfram a las que no se permiten visitas por motivos de seguridad y que aún pertenecen a sus antiguos dueños, explotadores del yacimiento hace años abandonado.
Desde el poblado bajamos al cercano lugar de O Salgueiro inicio y final de esta interesante y atractiva ruta.
- El monasterio
- Románico puro en Carboeiro
- A Ponte do demo
- En la orilla del Deza
- Mirador de la fervenza
- Chicos traviesos
- La famosa fervenza.
- La foto inevitable
- Original enfoque de Ángel.
- Tierra de ganado
- Pleno otoño
- Un raro ejemplar de carro del país
- Restaurante O Refuxio
- Una de las calles del poblado minero
- Museo del wolframio
- Vagoneta de la época minera
Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
20,460 Km. | 6 h. 39 min. | Fácil | Soleado |
Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.
Incursión en solitario del «Comando XY». ¿Peligro del Wolfran?. Agua, fervenzas y humildes góndolas de tierra. Saludos de Antón.