Todos los años por estas fechas nos vamos al Ribeiro para participar, aunque solo sea como espectadores, de la labores de la vendimia.
No sé si es que se han adelantado ellos o retrasado nosotros pero la realidad fue que nos encontramos con que la mayor parte de los viñedos estaban vacíos y que de sus cepas apenas si colgaban algunos racimos que los vendimiadores habían pasado por alto para nuestro disfrute, pues esas uvas residuales maduradas por el sol fueron un auténtico placer para nuestro paladares.
Además de uvas también encuentra el atento caminante higos en sazón, blandos y maduros, dulces como la miel, nueces en su negra funda que se esparcen por el suelo de parques y caminos, manzanas que lucen como blancas lámparas en huertas al borde de los senderos y es que esta comarca de O Ribeiro ahora, en setiembre, es un vergel.
Comenzamos la caminata en Leiro en O Camiño do Meixeiro, cerca del puente de piedra sobre el Avia, para dirigirnos, después de vadear el río por una estrecha pasarela, al lugar de San Clodio coronado por el monumental monasterio cisterciense, hoy hotel.
A estas horas de la mañana sopla un fresca brisa mientras atravesamos el bosque que nos separa de la ermita de San Roque, casi escondida entre el monte y los viñedos que se extienden por el valle. No queda mucho para dar con la aldea de Riobó, su elegante y arruinada escuela solitaria en medio de los maizales, sus casas apiñadas a la vera de un regato huérfano de agua en este tiempo de estiaje y su viejo pazo dominando desde la colina la aldea y el valle.
Un poco más arriba ascendemos hasta la iglesia de San Miguel de Osmo en cuya carballeira se conserva el romántico despojo de un viejo roble al que Xoxé Lois «O Carrabouxo» le dedicó un hermoso soneto que allí perdura sobre una placa incrustada en su recio tronco.
Sigue el camino entre viñedos y fincas bajo un sol amigable y luminoso en estas horas avanzadas de la mañana hasta llegar a la Casa Grande de Lentille, en San Lourenzo da Pena, una espléndida atalaya desde la que se contempla el valle del Avia con las villas de Ribadavia, Leiro y Beade en el horizonte.
Tras alguna que otra parada para degustar las uvas que han quedado sin vendimiar en los extensos viñedos, nos vamos acercando al Avia hasta vadearlo por el puente de San Clodio y regresar a Leiro por su parte sur hasta la calle del Olmo que es donde se encuentra el hostal-restaurante Souto.
Allí nos espera un caldo infame que vuelve a la cocina sustituido por unos cutres entremeses. A los que no pidieron caldo les tocó una mediocre fabada seguida de una merluza a la gallega pasable. Menos mal que el vino fue un mencía Joaquín Rebolledo, invitación del cumpleañero Dietmar por el que brindamos deseándole muchas más caminatas con sus compañeros de Los lunes al Sol.
Animados a pesar del decepcionante almuerzo, emprendemos el regreso bajo un sol de justicia que está en su cenit a estas tempranas horas de la tarde dejando atrás las viejas callejas de Leiro para entrar en la zona boscosa que nos separa, monte arriba, de San Martín de Lebosende con su esbelta iglesia señoreando desde la altura el valle del Avia.
Una vez allí, bajamos por el Camino Real hasta dar de nuevo con O Camiño do Meixeiro, a orillas del Avia, inicio y final de la caminata de este lunes.
- Monasterio de San Clodio
- Iglesia del monasterio
- Casas de San Clodio
- San Roque
- Soneto de Carrabouxo
- Layendo el soneto
- Iglesia de Osmo
- Sobre el valle
- Pazo de Riobó
- Campanario y veleta
- Restos de la vendimia
- Caminos umbrosos
- Casa Grande de Lentille
- Puente San Clodio
- Casi seca
- Vieja rúa
- Hostal Souto
- Antigua cooperativa del Ribeiro
- San Martín de Lebosende
- Pórtico gótico
Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
20,130 Km. | 5 h. 53 min. | Media | Soleado |
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