Caminando sin camino

Aquellos versos tan manidos de Antonio Machado, «Caminante no hay camino, se hace camino al andar» que popularizó el gran  Serrat se hicieron gozosa realidad en la caminata de este lunes, pues una buena parte del recorrido no fue por senderos, caminitos, pistas,  calzadas o carreteras sino por encima de las enormes rocas que jalonan la costa desde el lugar de Portocelo hasta el puerto de A Guarda.

Bien saltando de piedra en piedra, gateando de una roca a otra o paseando por las planas superficies de las enormes lajas que bañaban las olas casi invisibles, como ocultas tras la espesa niebla, hubimos de recorrer los casi cinco kilómetros que desde el citado lugar de Portocelo nos separaban de las primeras casas de la villa guardesa.

Aunque el andar es dificultoso, con alto riesgo de resbalar o dar un traspiés entre tanta piedra, la marcha por estos lugares con  las olas azotando las rocas, acompañados del fragor y de la espuma de un mar agitado envuelto en el halo de misterio que le confiere la densa niebla que lo oculta a nuestra vista, es un placer para los sentidos que se empapan de la grandeza y la hermosura del paisaje.

Hemos comenzado nuestra andadura en el puerto de A Guarda atravesando el casco urbano y siguiendo por calles y callejuelas hasta la vecina Salcidos desde donde comienza la ascensión hasta su Casa Forestal.

Allí se acaba el asfalto y comienzan las pistas forestales por las que nos adentramos en los pinares bajo cuya sombra caminamos hasta alcanzar la zona de descanso en A Cruz da Portela, en el monte Torroso, desde donde se contempla en días claros una impresionante panorámica del océano Atlántico rindiendo sus aguas a la costa guardesa, imagen que en esta mañana nos ha sido vedada por la niebla.

Una empinada rampa nos lleva a trompicones hasta el citado lugar de Portocelo, aún en el municipio de O Rosal. Desde ahí arranca la caminata por las rocas hasta el final de nuestra ruta en el restaurante Chupa Ovos en donde nos solazamos con una colección de tapas que van desde los calamares hasta los mejillones al vapor pasando por otras ricuras ennoblecidas por godellos y mencías de Monterrei, de las bodegas de Crego e Monaguillo, invitación de Marcial,  nuestro preclaro compañero de fatigas que así celebra su pasado cumpleaños acaecido allá por los primeros días de enero pero que con esto de la pandemia hubo de ser retrasado hasta la fecha.

Como el calor aprieta,  ante la obligación de proteger el rostro con la preceptiva e incómoda mascarilla, renunciamos al paseo post meridiem por los alrededores de la villa y regresamos a nuestros puntos de origen.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
18,540 Km. 6 h.  14 min. Media Soleado 

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

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