Entre Fachos y faros

A Costa da Vela, poco más de diez kilómetros de norte a sur, extremo más occidental de la península do Morrazo, que alcanza los ciento cincuenta metros de altura, expuesto al mar abierto, con dos pequeños arenales no sé si aptos para el baño, al estar muy batidos por una sucesión interminable de olas, incluso con buen tiempo.

Caminamos desde el restaurante Cabo Home, en el núcleo urbano de Donón, hasta el aparcamiento de la caracola “esquemática” y desde allí, ya todos juntos, trece esta vez, tiramos en dirección norte hacia el Facho de Donón, donde vamos a disfrutar una vez más, de las inigualables vistas que desde allí se obtienen.

Tiene algo mágico. Lugar de peregrinación en tiempo de los romanos. Hemos venido muchas veces, y sigue cautivándonos. Hoy la luz, aún no deben ser las nueve de la mañana, es especial, con tonos dorados y frescos.

Bajamos de nuevo al sendero de Costa da Vela y continuamos hacia el norte otros dos kilómetros y medio, hasta cambiar bruscamente de dirección en un descenso de otro kilómetro hacia los alrededores de Vilanova. Desde allí recorremos con buena pendiente los dos mil quinientos metros hasta el punto más alto, el Facho de Hío.

También desde aquí se nos ofrece una vista extraordinaria de la cabeza de martillo que forma el extremo sur de esta costa, con cabo Home y cabo Subrido a la derecha “abrazando” el pequeño arenal de Melide. A la izquierda, el arenal rectilíneo de Barra, Viñó y Nerga, que aunque parezca uno solo, son tres.

El descenso desde Outeiro Batente, como también se conoce a este Facho de Hío, se hace con poca dificultad, atravesando monte y matorral, hasta alcanzar un breve tramo de la que llaman vía romana, que nos lleva entre pinos y eucaliptos en dirección a Hío. Poco después seremos capaces de ver la ría de Aldán a nuestra izquierda.

Algunos kilómetros más adelante nos acercaremos a la duna, ya domada por un montón de pinos y, afortunadamente, algunos carballos que gracias a sus hojas planas consiguen una luz tamizada de efecto mágico. Poco después estamos ya en la playa.

Por la orilla primero y también por entre los árboles, lo mas discretamente que podemos, conseguimos llegar al extremo occidental de Barra, donde trepamos alegres hasta Cabo Subrido, a donde llegamos con cierta fatiga ya en las piernas.

Cruzamos la playa de Melide, evitamos punta Robaleira y llegamos a cabo Home. Tras la obligada foto de grupo, reemprendemos la marcha hasta completar esta vuelta mas o menos triangular a lo largo de la parte más bonita de esta costa.

Los más esforzados de nuestros compañeros lo hacen por la cota mas baja, sintiendo el mar mas cerca, mas bronco y rugidor.

Ya de vuelta en el restaurante Cabo Home, saciamos la sed que angustia nuestras gargantas y brindamos a la salud, un año más, de nuestro querido compañero Dietmar. Y también de Marián, hermana de Elvira, que nos acompañó hoy.

Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
20,140 Km. 5 h. 41 min. Media Soleado 

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Más lluvia que sol

Los pronósticos desde tres días antes, eran bastante consistentes respecto a la ausencia de lluvia en A Cañiza, durante la mañana del lunes. Pero todo cambió la noche antes.

Íbamos avisados, así que todos nos habíamos preparado para mojarnos lo menos posible. En un par de giros dejamos atrás el centro de A Cañiza y empezamos a subir por el barrio de A Calzada, camino del campo de fútbol. Detrás de nosotros se podían ver las calles del centro, allí abajo. No tardamos en perderlas de vista luego de algunas curvas más.

Sigue la ascensión a los Cotos de Sesteiro con bastante pendiente, rodeados ahora sí de lluvia de verdad. Lo que al principio de nuestra marcha era solamente agua en suspensión, cae ahora con más peso. Pero la temperatura es agradable y no nos incomoda el agua que se va depositando en nuestra ropa, nuestras manos, nuestras gafas…

Abandonamos la pista principal y nos adentramos por una senda más rota y accidentada. Más pendiente también. Tras un par de intentos fallidos, forzados a dar la vuelta y probar por otro sitio, conseguimos llegar a la parte más alta, oscilando entre 900 y casi 1000 metros de altitud, a lo largo de cinco kilómetros. Las hileras de aerogeneradores amenizan nuestro avance con el zumbido constante de sus aspas.

Desde que entramos en este entorno de Cotos de Sesteiro, la parte más alta de nuestro recorrido, he venido siguiendo, en la distancia, una interesante conversación entre tres de mis compañeros sobre la presencia del gas radón en las partes bajas de las casas construidas sobre granito, que es lo más habitual en nuestra tierra. Si el radón acaba extinguiéndose, o si permanece por más tiempo del que somos capaces de atestiguar.

En el tramo de vuelta de estos Cotos, bajando ya, pasamos por un cercado de nombre Curro do Pedroso. No mucho más allá, en un receso que nos concede la lluvia, aprovechamos para hacer el descanso que acostumbramos, con la recompensa que Elvira siempre trae para nosotros.

Sigue el camino, y también la lluvia, aunque no ha de durar mucho ya. En uno de estos tramos de bajada por una carreterita estrecha, entre los pequeños barrios de Escampado y Outeiro, podemos ver un molino abandonado, el Muiño de Petán. Antón se detiene a observarlo.

Veníamos, Antón y yo, conversando. Le contaba de un sobrino que se ha comprado un velero de segunda mano en Suecia y, ni corto ni perezoso, se ha hecho a la mar para traérselo lo más cerca posible de un punto en la costa francesa donde él sabe que lo puede subir a un camión para llegar aquí.

Mi sobrino carece de experiencia. Apenas se acaba de sacar el título de patrón de embarcación de recreo. Antón me dice que le sorprende mucho, que el mar es muy traicionero. Él sabe de lo que habla. Trabajó en barcos, de electricista. Me cuenta que una vez, a bordo de un barco de cien metros de eslora, se llevaron un gran susto en el comedor de oficiales, al escorarse el barco 90 grados por culpa de “dous mares” muy seguidos. Una imprudencia de los responsables de máquinas que habían vaciado uno de los lastres para reparar una válvula en el peor momento…

Llegamos a la N-120 y en seguida la abandonamos para entrar a la derecha en el barrio de Pereiras de Abaixo. Con algo de dificultad, está todo muy cercado, conseguimos adentrarnos en la última zona boscosa de nuestro recorrido. Sigue, aunque a cierta distancia, el curso del río Deva a lo largo de diferentes lugares como o Lazareto, as Grades, as Achas.

A punto de entrar en A Cañiza pasamos por delante del cementerio y la iglesia de San Sebastián de Achas. De allí al restaurante Casa Eligio, donde brindamos por todos nosotros, es poco lo que queda.

Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
19,930 Km. 4 h. 54 min. Media Lluvioso

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Monte Pedroso y río Sarela

Arranca la ruta de este lunes 11 de septiembre en un lugar ya a las afueras de Santiago, al noroeste de la ciudad, al que se llega subiendo una pronunciada pendiente y que se llama paradójicamente Sarela de Abaixo, en honor al río que nace en la aldea de Sarela de Arriba a unos 10 kms al norte, y que desemboca en el más conocido río Sar poco más abajo.

Empezamos aquí, en medio de unos cuantos peregrinos a Fisterra que van en dirección contraria, y buscamos el monte Pedroso, nuestro punto más alto, para ir después a Sarela de Arriba a coger el río y bajar por su vera hasta Santiago, cerrando el círculo.

La niebla, mas densa y baja que la que tuvimos la semana pasada en Brión, impregna de cierta tristeza nuestra marcha, sabiendo que no disfrutaremos de las increíbles vistas de la ciudad que el Pedroso ofrece con su ventajoso mirador.

Contentos de todas formas por la temperatura, ideal para caminar, que no es otro nuestro objetivo final, llegamos enseguida a la Selva Negra, parque forestal mayor y mas antiguo de la capital gallega.

Una vez más nos dejamos llevar por el deleitoso sucederse de nuestros pasos, bajo tantos y tan variados árboles de diversas especies que dibujan las formas características de nuestro paisaje, en medio de verdes y castaños que no por conocidos dejan de sorprendernos.

Caminar en entornos como este es la bendición que obra el milagro de reconciliarnos en nuestro fuero interno con el medio natural del que por fortuna formamos parte.

Transcurre nuestro paseo, ocupando nosotros, caminantes, diferentes puestos en esta comitiva, acompañando a unos ahora y luego a otros, o yendo solos, como los propios árboles. Conversamos en pareja, o preferimos el silencio, sumidos en nuestro pensamiento o ensimismados ante la belleza que nos rodea, como una de esas telas de araña con forma de cúpula perfecta e increíble, a un lado del camino.

Cuando ya pensamos que la niebla no va a ceder, dejando atrás la cálida compañía de árboles y matorrales, se nos muestra el cielo algo más luminoso. Estamos en la zona de Galeras, aunque conseguimos no mezclarnos con los coches, siguiendo el río, cada vez más cerca del Carme de Abaixo.

Desde aquí, bajando cada vez más, entre pequeñas huertas, volvemos a encontrar peregrinos camino de Fisterra. Como siempre, reponemos fuerzas, en O bo Xantar esta vez, en un ambiente alegre y satisfecho.

Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
19,430 Km. 5 h. 18 min. Media Soleado 

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Volvimos a Brión

En el coche, desde Vigo, nos avisábamos entre nosotros de la lluvia que estaba por caer a las 12 del mediodía y a las tres de la tarde. Eso decía Meteo Galicia. Otros decían que a la una, o a las dos…
Esperando a los demás en el club de piragüismo Ribeiras do Tambre, nuestro punto de inicio, predominaba la niebla, mas bien alta, pero casi mojando como lluvia. Saqué el chubasquero de la mochila y me lo anudé a la cintura…
Apenas un titubeo sobre cual era el camino y en seguida estábamos pateando entusiastas en medio del arbolado que amamos y nos identifica, excepción hecha del eucalipto.
Subiendo con poca pendiente, disfrutando del color autóctono que también aquí, en estas aldeas de Brión, es afortunadamente abundante.
El matiz lechoso de la niebla daba a nuestro avance cierto aire de irrealidad, como si aún nos pudiera la modorra de la mañana.
El río, junto al que empezamos dos kilómetros atrás, reaparece a nuestra izquierda. Poco después llegamos al “pozo negro”, con su fervenza en medio de una densa vegetación de ambiente lúgubre y medio mágico, como de “bosque encantado”, sobre el pequeño regato “dos Chavielos”, que cruzamos por una pasarela casi devorada por la vegetación.
Atrás queda el río, pero no el bosque, nutrido de robles, castaños, salgueiros, ameneiros y otros muchos de los nuestros.
Poco a poco se despereza el día y se disipa la niebla, que no tarda en dejar pasar al sol en tímidas manchas de claridad o en auténticas cascadas de luz que devuelven infinidad de matices a la vegetación.
Verdes de variada gama: oliva, seco, militar… pasto, manzana, pistacho.
También los troncos y el matorral del sotobosque, casi seco, desnudan sus colores en plena cascada solar, con sus castaños claro, medio, oscuro, chocolate, rojizo, cobrizo, ceniza…
Y el dosel, invitando a levantar la vista, a disfrutar del entrelazado tierno y estrecho de las ramas haciendo pantalla al sol…
El ritmo diverso de nuestros caminares abre brechas constantemente. Pero siempre nos reagrupamos ante algún cambio brusco de rumbo.
Ya nadie pensaba en la anunciada lluvia. Tras el descanso acostumbrado, con la recompensa que Elvira siempre lleva a nuestras bocas, naranja esta vez, el chubasquero había vuelto a la mochila.
En la iglesia de Ons, esperándonos, Torres recordó haber comido tiempo atrás en un local frente a la entrada principal. “El Ruso”, le ayudó a recordar una simpática mujer vecina de allí. Que se comía muy buen cocido, y el ambiente era acogedor, cálido casi.
De allí bajamos hacia el río, nuevamente, y la nube amenazadora que hizo la contra al sol en Ons desató sobre nosotros su caudal, intenso y, aunque no infinito, tampoco tan breve.
Poco después estábamos en el hotel Rosalía, en Brión. Secos, con ropa limpia, y tan a gusto. En el mismo salón que hace año y medio, brindando por lo de siempre, lo bueno que tenemos y que nos queda.

Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
17,540 Km. 4 h. 28 min. Media Nubes y niebla

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