Castrelo de Miño

Fue sicario, un malhechor,  quizá un asesino que  arruinó más de una vida por dinero, anduvo metido en turbios negocios que hoy, muchos años después, lo han convertido en titular de una jugosa fortuna. Ahora está sentado tranquilamente a la puerta de su casa acariciando con suavidad a su viejo mastín. Su barba entrecana, sus pobladas cejas y su abundante cabello le confieren cierto aire patriarcal. Está bien considerado por sus vecinos que desconocen su pasado y a quienes saluda  contemplándonos calmosamente con sus ojos de  mirada fatigada.

Esta es la imagen que me sugirió el embalse de Castrelo de Miño objetivo de la ruta de este lunes. Un extenso lago de tranquilas aguas, quietas y brillantes como un inmenso espejo en esta tarde estival. Todo a su alrededor respira paz y sosiego. Llaman la atención las enormes torres eléctricas que se elevan sobre la superficie y la gran presa que retiene sus aguas bajo la iglesia románica de Santa María. Son los vestigios que nos recuerdan que no siempre fue así. Tras esa imagen de paz y dulzura se esconde una historia de violencia y desgarro.

Ocho mil personas fueron afectadas por las obras de la presa. Las mejores tierras del Ribeiro desaparecieron bajo sus aguas. El Miño perdió su riqueza piscícola. Fenosa e o proxecto do seu encoro, en 1969, matou o río e ese lugar para sempre. Eu penso que se podía facer doutra forma. O río Miño merecía outro trato…Hoxe non se hubera feito…(Secundino Lorenzo). Su construcción provocó, en plena dictadura, una de las mas sonadas movilizaciones campesinas de la época y airadas reacciones de conocidos intelectuales. El régimen abortó cualquier clase de oposición al proyecto y la obra se llevó a cabo como tantas otras, hijas de la fiebre hidroeléctrica de aquellos días.

Eso fue hace cincuenta años y ahora, al contemplar la hermosa estampa de las tranquilas aguas bajo un cielo de intenso color azul, pocos se acuerdan de la amarga historia que guarda su memoria.

No lejos del embalse se encuentra el lugar de Noallo de Abaixo, en el municipio de Castrelo de Miño. Desde allí iniciamos nuestra marcha hacia el Coto Novelle que, con su altura casi 700 m., constituye un privilegiado mirador sobre las tierras del Ribeiro. La primera parte del recorrido discurre entre viñedos cuyos racimos están casi a punto para la vendimia. Llegados al coto, nos detenemos allí para reponer energías mientras disfrutamos de la hermosa panorámica que nos ofrece el río Miño encerrado en el enorme embalse con la villa de Ribadavia al fondo escondida entre los montes que la rodean.

Bajamos por un accidentado cortafuegos a la pista forestal que nos lleva entre pinares hasta los aledaqños de la presa, no lejos del Club Náutico de Castrelo en donde hacemos un alto para disfrutar del esmerado menú que nos ofrece su restaurante, a las orillas del embalse. Como el calor aprieta y no hay prisa, aprovechamos su soleada terraza para echar una corta siesta que nos deja bien dispuestos para reemprender la marcha otra vez en medio de tierras de cultivo, casi siempre tierras de vino, como es natural en esta comarca.

Pasamos por los lugares de San Esteban y Souto, con sus viejas casas, algunas en ruinas, otras antiguas viviendas que aún conservan las tradicionales galerías acristaladas. De nuevo toca marchar cuesta arriba entre pinares para regresar al punto de partida y final de esta interesante ruta.

Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
24,280 Km. 7 h. 23 min. Media Soleado 

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