Por tierras de Rudesindo

Rudesindus Guterri (Rudesindo, hijo de Guterre), fue canonizado como San Rosendo, noble gallego que en el siglo X fundó el monasterio de San Salvador en Celanova.  Dice la leyenda que  en sueños tuvo un mandato para erigir un cenobio. El joven Rudesindo subió a un cerro próximo y desde allí lanzó  una piedra y en el sitio en que cayó comenzaron las obras del que hoy es el monumento estrella de la villa.

Aunque nacido en Portugal, pasó su infancia y juventud en Celanova, llamada Vilar por aquel entonces. Es de suponer que conocería bien estos lugares en los que, como era costumbre entre la gente de la nobleza cuando no estaban en guerra,  se dedicaría a la caza y a la pesca entre otros entretenimientos.

Así que, aprovechando el trazado de la II Andaina de Celanova organizada por el Concello el año pasado, nos hemos propuesto repetir el recorrido comenzando por el Castro de Castromao, situado en Santa María de Castromao a unos dos kilómetros de la villa y a 732 m. de altitud. Desde allí bajamos al lugar de Arrabalde, un pequeño núcleo rural y a continuación por pistas y caminos entre fincas, también por pinares y alguna que otra carballeira, siempre cuesta abajo, llegamos hasta Pontegrande, un largo pontillón que vadea el río Arnoia, en un paraje de extraorndinaria belleza, pues allí la corriente del ancho río se detiene ante una presa formando un remanso que es como un gran espejo en el que se refleja la frondosa vegetación de sus riberas precipitándose de repente en un festival de espuma y fragor, de ruido y de furia, que contrastan con la mansedumbre de sus aguas antes de la presa.

Después del puente, sigue la ruta por un sendero precioso que es un caminito verde que serpentea paralelo a la orilla del río a la sombra de los añosos árboles de la ribera, salpicado de las humildes prímulas y otras florecillas que asoman en la primavera que ya se va liberando de este crudo invierno.

Abandonamos el río en el punto más bajo de la ruta para seguir, ahora en continuo ascenso, hacia Vilanova dos Infantes también entre fincas y pinares. Ya desde lejos se divisa la torre medieval construida por el padre de Rudesindo a cuyo alrededor se apiñan las casas de la la villa. Deambulamos  un rato por allí para disfrutar de sus hermosos rincones sin que podamos subir a la fortaleza ya que estamos fuera de horario.

A un par de Km., después de una empinada cuesta, se alza la villa de Celanova a donde llegamos cuando ya nuestros estómagos reclaman algo de pitanza. Cerca de la gran plaza en donde se alza la mole de San Salvador, se encuentra el mesón O Forno que nos suministra material necesario y suficiente para satisfacer nuestras hambres.

Antes de continuar la marcha hacia el final de la ruta le echamos un vistazo al monasterio que ya conocemos de otras ocasiones y después de dar una vuelta por su impresionante claustro salimos del casco urbano para dirigirnos al alto desde donde  quizás el santo arrojó su piedra y en cuya cima se alza una cruz de piedra con altar proporcionándonos una magnífica atalaya para contemplar la excelente panorámica de la  villa  celanovense a sus pies.

Bajamos del cerro al valle para subir de nuevo la dura pendiente que nos lleva a Coelia Nova, una réplica del poblado castrexo, capital de los coelernos, que pudo ser el origen del topónimo Celanova.

Al ladito está el promontorio en el que se encuentran los restos del castro de  Castromao que es en donde de inició y remató la caminata de este lunes.


Datos de la ruta Distancia Duración Dificultad Tiempo
22,320 Km. 6 h. 38 min. Media Nubes y claros 

Para ver el mapa y más detalles de la ruta hacer clic con el ratón aquí.

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