Los pronósticos desde tres días antes, eran bastante consistentes respecto a la ausencia de lluvia en A Cañiza, durante la mañana del lunes. Pero todo cambió la noche antes.
Íbamos avisados, así que todos nos habíamos preparado para mojarnos lo menos posible. En un par de giros dejamos atrás el centro de A Cañiza y empezamos a subir por el barrio de A Calzada, camino del campo de fútbol. Detrás de nosotros se podían ver las calles del centro, allí abajo. No tardamos en perderlas de vista luego de algunas curvas más.
Sigue la ascensión a los Cotos de Sesteiro con bastante pendiente, rodeados ahora sí de lluvia de verdad. Lo que al principio de nuestra marcha era solamente agua en suspensión, cae ahora con más peso. Pero la temperatura es agradable y no nos incomoda el agua que se va depositando en nuestra ropa, nuestras manos, nuestras gafas…
Abandonamos la pista principal y nos adentramos por una senda más rota y accidentada. Más pendiente también. Tras un par de intentos fallidos, forzados a dar la vuelta y probar por otro sitio, conseguimos llegar a la parte más alta, oscilando entre 900 y casi 1000 metros de altitud, a lo largo de cinco kilómetros. Las hileras de aerogeneradores amenizan nuestro avance con el zumbido constante de sus aspas.
Desde que entramos en este entorno de Cotos de Sesteiro, la parte más alta de nuestro recorrido, he venido siguiendo, en la distancia, una interesante conversación entre tres de mis compañeros sobre la presencia del gas radón en las partes bajas de las casas construidas sobre granito, que es lo más habitual en nuestra tierra. Si el radón acaba extinguiéndose, o si permanece por más tiempo del que somos capaces de atestiguar.
En el tramo de vuelta de estos Cotos, bajando ya, pasamos por un cercado de nombre Curro do Pedroso. No mucho más allá, en un receso que nos concede la lluvia, aprovechamos para hacer el descanso que acostumbramos, con la recompensa que Elvira siempre trae para nosotros.
Sigue el camino, y también la lluvia, aunque no ha de durar mucho ya. En uno de estos tramos de bajada por una carreterita estrecha, entre los pequeños barrios de Escampado y Outeiro, podemos ver un molino abandonado, el Muiño de Petán. Antón se detiene a observarlo.
Veníamos, Antón y yo, conversando. Le contaba de un sobrino que se ha comprado un velero de segunda mano en Suecia y, ni corto ni perezoso, se ha hecho a la mar para traérselo lo más cerca posible de un punto en la costa francesa donde él sabe que lo puede subir a un camión para llegar aquí.
Mi sobrino carece de experiencia. Apenas se acaba de sacar el título de patrón de embarcación de recreo. Antón me dice que le sorprende mucho, que el mar es muy traicionero. Él sabe de lo que habla. Trabajó en barcos, de electricista. Me cuenta que una vez, a bordo de un barco de cien metros de eslora, se llevaron un gran susto en el comedor de oficiales, al escorarse el barco 90 grados por culpa de “dous mares” muy seguidos. Una imprudencia de los responsables de máquinas que habían vaciado uno de los lastres para reparar una válvula en el peor momento…
Llegamos a la N-120 y en seguida la abandonamos para entrar a la derecha en el barrio de Pereiras de Abaixo. Con algo de dificultad, está todo muy cercado, conseguimos adentrarnos en la última zona boscosa de nuestro recorrido. Sigue, aunque a cierta distancia, el curso del río Deva a lo largo de diferentes lugares como o Lazareto, as Grades, as Achas.
A punto de entrar en A Cañiza pasamos por delante del cementerio y la iglesia de San Sebastián de Achas. De allí al restaurante Casa Eligio, donde brindamos por todos nosotros, es poco lo que queda.
Texto, fotos y vídeo de Jaime Sáiz
| Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
| 19,930 Km. | 4 h. 54 min. | Media | Lluvioso |
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