Nos citamos en el patio de la iglesia de Santa María de Esgos con un tiempo excelente. Aún así costaba sacarse la chaqueta. Era temprano. Fue una alegría ver que los de Pontevedra venían conducidos por Antón. Ya lo echábamos de menos.
Unas calles más arriba pillamos el camino real. Muros de piedra a ambos lados. También en el pavimento, que aún muestra el desgaste producido por las ruedas de los carros que durante siglos recorrieron este eje estratégico entre las tierras de Pereiro de Aguiar y Ourense.
Aunque su construcción y trazado fueron causa de conflicto entre las distintas ciudades gallegas, es gracias a infraestructuras como ésta por lo que hoy podemos seguir disfrutando de espacios de singular belleza y, especialmente en este día de nuestra ruta, de una sombra de gran valor que, no solo nos protege del calor si no que además nos regala el espectáculo de la luz tamizada por el dosel arbóreo autóctono de carballeiras y castiñeiras cada vez más escasas.
Desde el principio, tanto Elvira como el que esto suscribe, echamos carreras, inmortalizando en imágenes el esforzado progreso de nuestros compañeros, porque es imposible no caer rendido ante la belleza verde y oro de esta luz, filtrada por la densa capa de hojas de toda especie.
Pronto llegamos al principal reclamo de nuestra andaina, el monasterio de San Pedro de Rocas. Nativo del siglo sexto, fue allá por el trece cuando empezó a dotarse de valor artístico por la originalidad de sus construcciones, integradas en las peñas que le daban forma.
Aunque no siempre somos conscientes, nuestro camino sigue cuesta arriba. Recién salidos del sueño selvático, Arcos nos recibe con su “eira” natural y sus casas, bellas y abandonadas. La carretera nos devuelve a nuestra burbuja dorada, aunque por poco tiempo, para acabar haciendo cima en Virxe do Monte.
La vista desde esta ermita es hermosa. Emprendemos la bajada de regreso, pagando el peaje de media hora de lucha con la maleza invasora. Hay que agradecer a Manolo y a Torres su esfuerzo desbrozador. El resto del camino transcurre sin pena ni gloria, a pesar de algún desencuentro y algo más de calor que, afortunadamente, pudimos compensar con nuevos episodios de verde y oro.
El restaurante Prieto de Xunqueira de Espadanedo nos ayudó a recuperar las fuerzas.
Jaime Sáiz.
Datos de la ruta | Distancia | Duración | Dificultad | Tiempo |
17,760 Km. | 5 h. 41 min. | Media | Soleado |
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